El lunes, como cada año desde 1999, se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres.
La fecha propuesta por la ONU y elegida para honrar las memorias de las hermanas Mirabal que fueron asesinadas por orden del presidente de República Dominicana por sus acciones y opiniones políticas.
Desde entonces a nivel global los gobiernos, las universidades y casi cualquier espacio político realizan actividades para concientizar a la población sobre la necesidad de eliminar toda práctica de violencia en contra de las mujeres.
El color de la conmemoración del día es naranja, a veces como un moño, un pañuelo o el dibujo de las huellas de una mano.
Como cada año estoy harta del día naranja. Harta de los miles de pesos que se gastan en lonas, luces, distintivos, de los eventos protocolarios, de los talleres y capacitaciones mal ejecutados en los que el personal, a veces por cansancio y otras por desinterés, usa el espacio para dormitar.
Harta de los discursos de los políticos y políticas que pregonan tener un compromiso pleno con la erradicación de estás prácticas de dominación, pero que solo se quedan en eso.
Harta de que la única apuesta de los legisladores sea aumentar las penas, crear nuevos delitos y no hacer una revisión profunda sobre si las Leyes de Acceso a Una Vida Libre de Violencia para las Mujeres han tenido un impacto real como política pública.
Estoy muy cansada de que en la visibilización de la violencia no se hable de otras experiencias que no sean aquellas que solo se enfocan en la heterosexualidad, de no ver los efectos de la crueldad en las mujeres trans, las lesbianas, las migrantes, las que están presas y se suicidan por el olvidó de las autoridades, las que están en situación de calle, las niñas, las adolescentes, las indígenas, las que viven con discapacidad, las usuarias de sustancias, las trabajadoras sexuales, las obreras, las estudiantes, las campesinas y la lista es tan larga que no alcanza el espacio en esta columna. Aunque entiendo el simbolismo de la fecha, al menos por un año me gustaría que sirviera para realmente hacer una reflexión social, política y jurídica de si los pasos que hemos dado para alcanzar el objetivo de eliminar la violencia en contra de las mujeres, todas, se está logrando o de plano solo está sirviendo a la clase política como una acción más para generar contenido en redes sociales y hacerse publicidad para cualquier proceso electoral o de designación que tengan en el radar.