A partir de la inquietud planteada por el arquitecto de Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013), creador entre otros emblemáticos espacios del Museo Nacional de Antropología, de cómo actuaría un artista mesoamericano con los materiales actuales, la diseñadora Valeria Corona Berlanga y el maestro artesano Gerardo Hermosillo unieron su creatividad para reinterpretar una pieza de profundo significado para el pueblo mexicano: el penacho de Moctezuma.
La obra en cuestión lleva por nombre El penacho del México moderno, y actualmente forma parte de Inédito 2024, muestra colectiva que se mantiene hasta el 15 de enero en Espacio CDMX, ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, como extensión del encuentro Design Week México.
Inspirada en el quetzalapanecáyotl o tocado de plumas y oro que se encuentra en el Museo de Etnología de Viena, en Austria, que según la tradición popular, pudo pertenecer al tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. Esta nueva creación, en palabras de sus hacedores, es resultado de una reflexión acerca de la cultura viva y la estética ancestral, así como del entrecruce de dos visiones y técnicas artísticas: las contemporáneas y las de origen prehispánico.
“Buscamos resemantizar la pieza original a través del uso de materiales contemporáneos, como acrílico y nodos de luz led, y la técnica de metalistería tradicional desarrollada por Gerardo Hermosillo”, apunta Valeria Corona, quien es diseñadora textil e impulsora del proyecto Tragaluz, con el que propone enlazar nuevos materiales a los oficios tradicionales para lograr, juntos, lo inimaginable: tejer la luz”.
En entrevista, la creadora (Puebla, 1995) sostiene que este nuevo penacho “es una invitación a replantear el valor del patrimonio cultural, no sólo como herencia, sino como espacio para la innovación disruptiva, que impulse a niños y jóvenes a preservar las técnicas de arte tradicional de sus comunidades y desarrollar sus propuestas en un dialogo entre generaciones y herramientas”.
Agrega que uno de los principales desafíos para elaborar esta pieza –la cual, además de ser transparente, se ilumina y proyecta la luz– fue “cómo reinterpretar un símbolo, un icono que está medio escondido en nuestra genética”, pues considera que, si bien no todos los mexicanos conocen el penacho de Moctezuma, sí es un elemento con el cual nos identificamos de manera inmediata al verlo.
Patrimonio lúdico
“En Inédito, los visitantes encuentran que existen nuevas maneras de jugar con nuestros íconos, reinterpretarlos de manera respetuosa, pero también lúdica, y si se identifican con ellos, ¡qué mejor! Eso es lo que más nos gustaría que suceda con nuestras piezas, que la gente se sienta orgullosa de nuestro patrimonio cultural y que advierta que éste no tiene que quedarse estático, porque ni las técnicas tradicionales, ni los materiales, ni la sociedad, ni la cultura son procesos estáticos, sin en cambio constante.”
Aunque la pretensión “nunca fue usurpar el lugar del penacho original”, la diseñadora aclara que su versión del mismo sí trató de apegarse lo más posible en cuanto a la apariencia. De entrada, optaron por reproducir las plumas naturales con acrílico cortado con láser, mientras que las partes de oro fueron elaboradas en lámina negra, un material muy delgado.
Valeria Corona acepta el desafío que representó la reinterpretación de aquel tocado plumario de origen prehispánico, para lo cual, dice, recurrieron a gran cantidad de material documental: “Es una pieza de máxima ingeniería, nadie se imagina su confección ni la red de varillas que soporta cada pluma. Pesa unos 600 gramos mientras que la nuestra 17 kilos, además de que no es simétrica. Tiene un ángulo muy difícil de reproducir, que le da forma más de abanico que de arcoíris.
“Simplemente no logramos comprenderla en su totalidad; es espectacular, y atreverse a reinterpretarla fue una locura. Nos permitió darnos cuenta de los procesos de los maestros amantecas (especialistas en la creación de piezas de arte plumario en el México prehispánico), que desarrollaron una pieza de total ingeniería que, en nuestra época, con la ayuda de computadoras y el vernier para medir milimétricamente, no nos salía”.
A su decir, ni siquiera la reproducción que se exhibe en el museo de Antropología es copia fiel del original, y precisa que El penacho del México moderno es “una aproximación muy cercana, mas no exacta” en cuanto a dimensiones, pues mientras el de Moctezuma mide 1.30 metros de altura por 1.78 de diámetro, el de su autoría tiene 1.30 por 2.20. “Nos hubiera encantado que fuera el mismo tamaño; sin embargo, o respetábamos la coherencia visual o respetábamos las medidas. Nunca logramos tener todo”.
Aún no hay nada definido, pero es muy probable que este tocado lumínico sea exhibido en otros recintos tras su participación en Inédito 2024.
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