En 2020, Rita Indiana nos regaló con uno de los mejores álbumes que haya dado el Caribe en los últimos años; con Mandinga Times se consolidó una propuesta que trasmutó al merengue y lo juntó con partículas de electrónica y rock e incluso con elementos cervantinos incluidos en “El flaco de La Mancha”.
A lo largo de todo el disco brota un manejo brutal de la jerga dominicana que se hace posible por todos los recursos que le son propios a un escritor y para ese entonces la nacida en Santo Domingo, durante 197, ya llevaba un largo trayecto en el terreno literario solventado con gran talento, lo que le ha llevado a ser finalista en la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2016 con la novela La mucama de Omicunlé.
Actualmente, es responsable de la maestría de escritura creativa en español de la New York University, por lo que se ha volcado hacia el trabajo escritural y ello queda evidenciado con su obra más reciente: Asmodeo, editada por el sello español Periférica.
Rita Indiana se propuso asestar un fuerte golpe de autoridad al ofrecer una novela en la que el personaje protagonista es una veterana figura del heavy metal dominicano, que se encuentra lejos de sus años de gloria y que entorno suyo se mueve un demonio llamado Asmodeo, que lo ha habitado durante largo tiempo y que ahora ansía hacerse de cuerpos más jóvenes.
El periplo delirante y callejero por el que atraviesa el demonio nos llevará a toparnos con una pasarela de personajes extraídos del ámbito barrial y que ansían hacerse de algún instrumento que les permita comenzar a guitarrear en la escena dominicana al tiempo que medio sobreviven entre la escasez de casi todo.
Asmodeo -la novela- nos lleva desde la casa de un extorturador al servicio de la dictadura de Balaguer a la lujosa mansión de otro rockstar tropical pasando por bares, calles y avenidas de una Santo Domingo en la que todo mundo pretende bancarse la existencia a como dé lugar.
Rita Indiana termina por “rizar el rizo” a la hora de hacer que el metalero Rudy Caraquita se dé a la tarea de escribir una pieza teatral, nada menos, que en verso con rima -¡muy al estilo del Siglo de Oro español!-. Es por ello que la crítica especializada le encuentra un vínculo con El diablo cojuelo, una obra de Luis Vélez de Guevara, publicada en 1641 -¡el siglo XVII influyendo en el XXI caribeño!-.
Ubicada al comienzo de la década de los noventa, se ha dicho que en Asmodeo: “las infernales vidas de los humanos se enredan con las maquinaciones de ángeles y demonios en una crónica alucinada de un pedazo de la historia dominicana”.
Con obras tan logradas como Papi, Nombres y animales y Hecho en Saturno, que se han traducido a diez idiomas, no extraña que en 2011 el diario español El País la nominara como una de las 100 personalidades latinas más influyentes; un dato que nos permite ampliar nuestra percepción acerca de lo verdaderamente sobresaliente en un continente del que solemos quedarnos con los nombres de siempre y dictados por la industria del espectáculo en su mayoría.
Por lo pronto, tenemos ahora la oportunidad de leer Asmodeo y enfrentarnos a una tragicomedia trufada con la aparición de décimas a la antigua usanza mientras suenan de fondo Héctor Lavoe y Black Sabbath… una locura tropical y metalera.