Participar de la edición número treinta y siete de la Feria Universitaria del Libro es cumplir una cita anual e imperdible para todos aquellos que experimentamos en la palabra la posibilidad de detonar nuestras potencialidades como seres humanos.

Recorrer sus instalaciones, asistir a sus actividades, es celebrar el paso del tiempo y nuestra proyección hacia el futuro.

Esta celebración del mundo editorial fundó su tradición en la cercanía con la gente de Hidalgo. Desde sus primeros lustros, cuando latiendo con fuerza en el corazón político y social de la entidad, bajo la mirada de la estatua del benemérito de las américas, esta feria se convirtió en el segundero que marcaba el inicio del curso escolar, la conclusión del verano y el advenimiento del último trimestre del año.

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Si la Biblia de Gutenberg significó la novedad de una nueva máquina de impresión con tipos móviles metálicos y a Aldo Manuzio le estaremos eternamente agradecidos por crear las ediciones de bolsillo manejables e impresas, con tipografías perfectamente legibles; a las ferias del libro les debemos el ser proyectos colosales que buscan recuperar y difundir el legado de las culturas con la esperanza de regenerar a la humanidad.

En esta edición, es relevante que el invitado de honor sea Países Bajos, una nación donde muchos de los libros que se leen, provienen de las bibliotecas públicas e instituciones de educación superior.

En esa hermana nación, especialmente entre la gente joven, las bibliotecas gozan de una gran popularidad, pues según cifras abiertas, aproximadamente el 60% de los jóvenes menores de diecisiete años hacen uso de sus servicios y, se estima que la colección total de las bibliotecas públicas de este país alberga más de 40 millones de obras.

En el devenir de los siglos, la literatura neerlandesa ha heredado escritores de gran renombre, desde la Edad Media formó parte de una vasta tradición de Europa occidental. Posteriormente, en el siglo XVI vio en Erasmo de Rotterdam al representante más importante del humanismo y más tarde, en el siglo XVII, fue Espinosa quien adquirió gran fama en el extranjero con sus tratados filosóficos.

Notable y entrañables son las letras neerlandesas, hago ahora mención de entre los escritores más importantes de posguerra a Hella Haasse, Marcel Möring y Thomas Rossenboom y, entre la siguiente generación, destaco de manera particular a Arnon Grunberg y Cees Noteboom. En suma, son ellos y sus aportaciones quienes han mantenido el interés por las letras de su país.

A decir de la página oficial de la UAEH la Feria Universitaria del Libro se define como “un espacio de encuentro, difusión y divulgación editorial, con las más prestigiadas editoriales y autores, formando lectores en el marco de uno de los festivales artístico – cultural más importante del país; propiciando el mercado de negocios, vinculando las actividades académicas y el desarrollo de la UAEH, con las instituciones educativas de los diferentes niveles y con su entorno a través del turismo cultural”. En el sentido de esta definición, hagamos eco de ella y celebremos junto a los autores, libreros y gente del mundo editorial, esta fiesta de la palabra.