Por Dino Madrid
La autocrítica es una herramienta fundamental para cualquier partido político, y es especialmente crucial para un partido de izquierdas como morena que se propone como el vehículo de transformación social de nuestro país. A lo largo de la historia, hemos visto cómo movimientos y partidos de izquierda han caído en las trampas del pensamiento único y han sufrido erosiones ideológicas que han comprometido sus principios fundamentales al amparo del “cerrar filas”. Para evitar repetir estos errores, es imperativo que el partido se someta a una constante y rigurosa autocrítica.
La historia está repleta de ejemplos de movimientos de izquierda que, al evitar la autocrítica, terminaron alejándose de sus ideales y objetivos iniciales. Sin autocrítica, las dinámicas internas pueden volverse rígidas y dogmáticas, cerrándose al diálogo y a la renovación. Esto no solo lleva a la desconexión con las bases sociales que se pretenden representar, sino que también abre la puerta a prácticas autoritarias y burocráticas que traicionan los principios de igualdad y justicia, tal como lo plantea Robert Michels en su obra “La ley de hierra de la oligarquía”, pero eso lo abordaremos en otro momento junto al empiriocriticismo una de las corrientes del positivismo filosófico.
La autocrítica permite identificar y corregir errores, evitando que se perpetúen y se institucionalizen. Es un mecanismo para asegurarse de que las decisiones y políticas estén siempre alineadas con los valores y objetivos fundacionales de nuestro partido, y no con los intereses de las cúpula dirigentes. Sin un ejercicio constante de autocrítica, se corre el riesgo de que las estrategias y acciones del partido se desvíen de las necesidades reales del pueblo y terminen reproduciendo las mismas estructuras de poder que se busca combatir.
Además, la autocrítica fomenta una cultura de transparencia y responsabilidad dentro del partido. Fortalece la confianza y la cohesión entre sus miembros y simpatizantes, ya que demuestra un compromiso genuino con la mejora continua y la rectificación de errores. La autocrítica no debe ser vista como una señal de debilidad, sino como una muestra de madurez política y fortaleza moral.
Para mantener su relevancia y efectividad, un partido de izquierdas debe estar dispuesto a cuestionarse a sí mismo y a sus líderes. Debe abrir espacios para el debate y la crítica constructiva, donde todas las voces puedan ser escuchadas y consideradas. Solo así se puede evitar caer en las dinámicas del pensamiento único y preservar la integridad ideológica que inspira su lucha.
Como lo comente en otro espacio, morena continúa siendo el principal motor y vehículo de la Cuarta Transformación, un partido que está permanentemente abierto al diálogo y al debate, pero también estaremos atentos a los planes que buscan dinamitarnos al interior.
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