Hace unos días, escuché la entrevista que le hicieran en el podcast Cracks al escritor y cineasta Guillermo Arriaga Jordán, en ella, el autor de “Un dulce olor a muerte”, dice una frase lapidaria: “la especie humana está sentada sobre un gran trono de sangre”. Esa misma frase me ha llevado a pensar en Caí, y su historia a encontrar en la página Policyexamination.com un artículo donde se puede leer que: “El concepto de “espíritu de Caín” tiene sus raíces en la teología cristiana, específicamente en la narrativa bíblica del Génesis.Caín, el hijo mayor de Adán y Eva, mata a su hermano Abel por envidia y celos, convirtiéndose en el primer asesino registrado en la historia de la humanidad. Desde entonces, el nombre de Caín ha sido utilizado como símbolo del mal y la perversidad.
En la psicología, la historia de Caín y Abel se ha utilizado como metáfora de la rivalidad y el conflicto fraterno, y ha sido estudiada en relación a la agresión y la violencia interpersonal. Según algunos investigadores, como el psicólogo Ernest Jones, el asesinato de Abel por parte de Caín se puede entender como una proyección de la culpa y la hostilidad internas de Caín, que se desplazan hacia su hermano.
Desde una perspectiva sociológica, el concepto de «espíritu de Caín» se ha utilizado para referirse a la violencia y la agresión en contextos de conflicto social, como las guerras o los conflictos entre grupos étnicos o religiosos. En este marco, algunos estudiosos han señalado que el fenómeno de la violencia interpersonal y colectiva puede ser entendido como una expresión del deseo de poder y control sobre el otro, que encuentra en la figura de Caín su paradigma”.
De igual manera, el texto abunda en que: “Desde un enfoque cultural, el concepto de “espíritu de Caín” ha sido utilizado en la literatura y en las artes en general para referirse a la maldad y la violencia en la naturaleza humana. Por ejemplo, en la obra “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, el personaje principal Kurtz es descrito como una encarnación del “espíritu de Caín”, debido a su brutalidad y su deshumanización en el contexto colonial del África subsahariana”.
Pero no tenemos que irnos tan lejos, pensemos en la ira que nos invade después de manejar todos los días devorados por el mounstro del tráfico; el rencor contra el sol y la escasés de agua; el odio a los problemas de la vida presente y pasada; la intolerancia a los errores repetidos por nuestras comunes catástrofes cotidianas.
Qué tanto dejamos que nos posea el “espíritu de Caín”; qué tan proclives somos a sucumbir a la violencia y la hostilidad que nos provocan diversos contextos. ¿Cómo podemos luchar contra nuestros propios instintos? ¿En qué momento la punta de un fósforo irradia su candor corriendo en la pira de nuestros cuerpos? ¿Quién es el culpable de que seamos tan irascibles? ¿Nunca podremos terminar de domar nuestro instinto animal?
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