La negación

Por Dino Madrid

2 de junio de 2024, Claudia Sheinbaum recibe 35.9 millones de votos, un bono democrático sin precedentes en la historia moderna de México pero necesario para afrontar los enormes retos que implica ser la primera mujer presidenta y además, ser el relevo de un líder histórico y dominante como Andrés Manuel López Obrador.

Ello también implica una responsabilidad mayúscula: ¿cómo usar ese poder a favor de una estrategia de reconciliación como la que el país necesita?, de ese tamaño será el desafío de una izquierda que parece presentarse en una versión más moderna y moderada. Lo veremos y habrá que analizarlo paso por paso.

Pero en todo relato son necesarias dos partes ambivalentes, ello plantea un reto a la oposición, porque lo que desde 2018 y hasta la fecha han mostrado les ha sido contraproducente, deben dar pasos a posiciones mucho más responsables y mucho menos ruidosas, las minorías de este país necesitan una representación articulada, pensante y constructiva para ayudar a los destinos del país que tendrá a Claudia Sheinbaum como presidenta. Por ello, es que preocupan las primeras reacciones frente al voto masivo a favor de la 4T y en contra de la oposición.

Una de las principales negaciones, es que atribuyen erróneamente el resultado a alguna especie de anomalía social, en los casos más moderados, pero no menos irresponsables aquellos que imputan a una elección de Estado. Si eso les funciona para justificar que las mayorías de este país les han dado la espalda nuevamente, buena suerte con ello.

Juzgan las intervenciones de AMLO como si las reglas de la arena política fueran parejas y conciben la Presidencia como una entidad celestial y abstracta que esta por encima de los actores políticos, pero no, no es así. Hay que recordar como en 2018 las mayorías externaron su deseo de un cambio de rumbo y la Presidencia lo asumió como mandato y vocación, en aquel entonces los votantes no cambiaron al resto del entramado institucional o a los poderes fácticos que, en buena medida, se resistieron –y siguen resistiéndose– a esos cambios. El grueso de los medios de comunicación operó abiertamente en contra del proyecto de la Cuarta Transformación e intentó por todos los medios a su alcance erosionar la imagen del gobierno; López Obrador asumió entonces la defensa desde la tribuna para intentar equilibrar tales ataques, y sobrevivir y hacer viable su proyecto, ¿o que esperaban?

Otra de las negaciones la fundan en la afirmación de que la Dra. Claudia Sheinbaum obtuvo el triunfo porque el gobierno “compro” el voto a través de los múltiples programas sociales, pero ese argumento es el más peligroso para la propia oposición, equivale a creer que mejorar la condición de los pobres es un ardid electoral, no han entendido que algo cambió en 2018 y que ese algo se ratificó en 2024.

Hay quienes creían que al llegar a la presidencia AMLO dejaría de lado su proyecto y se centraría en un gobierno de continuidad política, pero no solo no lo escondió, sino que lo asumió totalmente y actúo en consecuencia. Claro que hay errores en cuanto a diseño y ejecución, pero lo que no se puede negar es que el poder adquisitivo de la mitad inferior de la pirámide social aumentó este sexenio. Solo imaginen, diariamente 3,800 personas entre 2018 y 2022 salían de la pobreza (datos de CONEVAL), por primera vez en décadas, nuestro país dejó de ser una “fabrica de pobres”. Acusar de demagogia a la 4T por hacer lo que constituye su mantra y génesis, atender primero a las y los más pobres, impide a la oposición enterarse de las causas de su propia derrota.

Para no hacer la historia tan larga, nuestro país necesita urgentemente una oposición responsable y competitiva, alejados de esos reductos amargados y resentidos, como toda minoría, necesitan argumentos sólidos que tengan sentido para los votantes. Y no este enojo que parece una interminable marcha penitente por el hecho de haber sido derrotados por mayorías a las que en el fondo desprecian profundamente.