Leído hoy pudiera considerarse tan premonitorio como misógino; al momento de su aparición seguramente fue, además de jocoso, fantasioso. Van estos botones de muestra:
“La licenciada doña Baudelia Gorozpe de Ronquillo, Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos por el sexenio 2000-2006, se dio un último toque al cabello frente al espejo de su gabinete privado en el Palacio Nacional, y se ajustó la banda tricolor sobre el prominente frontispicio. Era el 1º de septiembre de 2001, y la dama se aprestaba a rendir su primer informe ante el H. Congreso de la Unión.
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“- Todavía faltan diez minutos para que llegue el aerocoche atómico con las comisiones del Senado y de la Cámara de Diputados – le dijo su secretaria privada quitándose los alfileres de la boca -. ¿Quiere usted que mientras tanto le agreguemos el lacito a la banda, señora?
“- No, María Luisa – repuso la primera magistrada de la República -. Yo creo que con los holanes que le pusiste anoche es suficiente.
“Los hábiles dedos de la secretaria privada deshicieron una costura por acá, agregaron un dobladillo por allá, y en tres puntadas la lustrosa banda orlada de primoroso encaje, con su moño co quetón, caía grácilmente.
“Desde que se implantó en México el matriarcado institucional – continuó la señora Presidenta – la administración pública se caracteriza por su sensatez y su sentido práctico. Hemos demostrado que las mujeres somos infinitamente mejores administradoras que los hombres, ya que ahora aplicamos a la cosa pública los principios con que, desde incontables generaciones, hemos gobernado el hogar. En realidad, el cargo de jefe del gobierno es un cargo de ama de llaves, y consecuentemente la mujer está mejor capacitada para desempeñarlo eficazmente. Desde que las mujeres nos hicimos cargo del poder, en México se come mejor, caliente y a sus horas, y toda la ciudadanía anda con la camisa limpia y sin que le falte un botón. ” (Episodios nacionales en salsa verde, Jus 1972.)
Medio siglo después de publicado el libro del ingenioso Marco A. Almazán, su gracejo y fantasía mutaron en realidad e incertidumbre, a pesar del retraso en el acontecimiento previsto por el autor para el inicio del siglo XXI.
Si bien el trayecto de las mujeres hacia la Presidencia empezó en el siglo pasado con la candidatura de Rosario Ibarra de Piedra en 1982, y la elección de un importante número de gobernadoras, después de Griselda Álvarez, en Colima, en 1979, es hoy lunes tres de junio de 2024 cuando llegamos a la inminente titularidad femenina del Poder Ejecutivo federal, histórico inicio de una etapa, quizá tardía, con un preámbulo de dudas; por novedoso van de lo protocolario a lo decisivo, de lo trivial al ejercicio pleno del poder.
Despiertan inquietud cuando menos dos aspectos del siguiente ejercicio de las facultades constitucionales de la Presidenta: la comandancia suprema de las fuerzas armadas, y la de por sí compleja, con el Presidente de los Estados Unidos de América.
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Donde el Ejército y la Marina no han transitado al organigrama de la administración pública a cargo de una persona civil, y los mandos han sido ejercidos únicamente por varones, son una incógnita el cambio notable en la subordinación y su trascendencia, más allá de la lealtad institucional.
Igual se advertirse del trato con el líder del poderoso país vecino, donde tampoco han alcanzado la alternancia femenina en la Casa Blanca, ni tratado con una presidenta mexicana. Recuérdese la experiencia de la canciller alemana Merkel con el presidente Trump.
Pronto estaremos en la novedosa realidad.
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