Chamanes eléctricos en la fiesta del sol

La novelista ecuatoriana, radicada en España, Mónica Ojeda nos ha dejado 96 primeras páginas que son de total y absoluto vértigo en torno a un grupo de muchachos que ascienden hasta las faldas de un volcán para asistir a la celebración de un Festival llamado Ruido Solar y en el que se congregan diferentes tipos de personajes a los que les atrae la música de vanguardia y la experiencia psicodélica.

Sorprende con que los sonidos de una tecnocumbia espacial, creada con grabaciones galácticas aportadas por la NASA, se mezclen con el pensamiento mágico de los pueblos originarios, posturas New Age, grupos de provocan una slam violentísimo con una tesitura industrial y una enorme carga de misticismo andino que recupera deidades y mitología andina.

Un par de chicas van conectando con músicos y bailarines para acompañarse durante una fiesta alucinante en la que la poesía se funde con el consumo de drogas y una actitud cuasi religiosa ante las fuerzas de la naturaleza y las revelaciones extáticas.

Noa y Nicole emprenden ese viaje para intentar huir de la extrema violencia que existe en Guayaquil e intentan vivir a plenitud una prueba iniciática alimentada por el delirio artístico y una forma de filosofía ancestral llena de magia y fantasía… tan es así que la acción se lleva a cabo en el año 5550 del calendario andino.

En conversación con la prensa española, Mónica Ojeda apuntó al respecto: “Se van a este macrofestival a tratar de gozar y de recordar que son jóvenes, pero la realidad de sus vidas es que están bailando en medio de las balas, que hay militares en las calles, que los volcanes erupcionan y los terremotos son pan de cada día. Pero ellos quieren ser jóvenes. Ser jóvenes es querer reclamar un futuro. Y a veces vuelves a un lugar de origen (paterno, materno, o de la casa) en busca de respuestas de cuál va a ser el futuro”.

Y es precisamente este último apunte el que da un vuelco a Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, editada por Random House y conformada en su totalidad por 285 páginas, pues Noa tiene la intención de ir a buscar a su padre ausente una vez que concluya el festival y tratar de entender las razones para que la abandonara cuando era muy pequeña.

El padre es una especie de ermitaño que vive en otra parte de la montaña, aislado del resto del mundo; se trata de un hombre que llegó hasta ese paraje devastado también por la violencia y en pos de encontrar paz ante los sentimientos de culpa que lo persiguen.

Ojeda acierta cuando deja hablar a la mayoría de los personajes -menos a Noa- y resulta tremendamente conmovedora en la parte de los Cuadernos del bosque alto, en los que el padre anota su historia y el proceso que le llevó a dejarse abandonar.

Resulta muy fuerte incursionar en la mentalidad de un padre que dejó de querer a su hija y a su mujer, que decidió renunciar a sus responsabilidades filiales y que termina por reconocer que no poseía el amor suficiente, por lo que no se arrepiente de sus actos y volvería a repetir la fuga.

Resulta muy impactante leer: “La verdad es que no te he extrañado a pesar de que habría dado la vida por ti. Te quise mucho y después poco. Es triste que un sentimiento así pueda desaparecer. Me alivia saber que vas a irte… no deseo conocerte. Perdóname”.

He aquí un hombre que reconoce sus debilidades e incongruencias; padre e hija saben que jamás volverán a verse y al menos Noa se lleva el cuaderno en el que su abuela -que era también chamana- anotaba sus conjuros y cantos. Cada uno perseguirá al destino por su lado.

Por su parte, la autora de esta novela polifónica enfatiza al respecto: “Quería que el padre de Noa, el origen del abandono o el abandonador, hablara. Que pudiera también expresar su lugar en el mundo, porque a su vez este abandonador también vive en el abandono. Es un personaje que también ha vivido la violencia, que no sabe qué hacer consigo mismo y no sabe cómo cuidar a otros”.

Mónica Ojeda ha escrito una obra muy rica en líneas interpretativas; por un lado, expone la vorágine de los festivales, pero también exalta ese pensamiento mágico entre las nuevas generaciones, mientras un país como Ecuador se desmorona debido a la narcoviolencia. Pero también expone la fragilidad y el extravío como partes inherentes a los seres humanos.

Aquí hay mucho vértigo, pero también mucho conocimiento del dolor.