Aldo, hermano querido… No puedo decir que te voy a extrañar, porque nunca te vas a ir de mi vida. Fuiste más que muchos, siempre estuviste ahí, fuiste generoso en tu entrega como amigo, como mi gran compañero de aventuras en casi todos los rincones del mundo. Inventamos mil locuras, se nos ocurrieron tantas y me hiciste reír como nadie más lo va a volver a hacer…
Nos rompimos el alma juntos tantas veces… No hubo noches ni días cuando trabajábamos juntos, nos jugamos la vida en las carreteras de tantos lugares, pero Dios nos dejó compartir juntos, sólo tú y yo, más momentos que con nadie…
Fuiste un leal hermano, mi gran confidente y el único que hombro con hombro apoyó todos, absolutamente todos mis proyectos. Me acuerdo cuando llegamos aquel día a Japón, si alguien hubiera podido tomarnos una foto habría entendido que para ti y para mí, no había existido un momento de mayor alegría que ese día… Y aquella terrorífica noche en que junto con Christian Ahumada y Alfredo Domínguez Muro estuvo a punto de arrollarnos un tráiler en la carretera de Durban a Johannesburgo y nuestra última Copa del mundo juntos en Brasil…
Aquella noche en Atenas en que luego de celebrar mi cumpleaños fuiste a reclamarle al tal “Finito” López que no se atreviera a volver a hablar mal de mí, y aquel otro día afuera de la embajada en Grecia cuando fuiste a rescatar nuestro otro amigo/hermano, el querido negro Ernesto Canto, a mitad de la aventura un año antes de los Juegos.
Podría pasarme días enteros contando todo lo que pasamos, todos los buenos momentos, todas anécdotas que servirían para escribir un libro completo, lo que nos hicieron, la forma en que nos traicionaron y en particular, la que te hizo Raúl Orvañanos y que te costó el trabajo, sólo por reclamar lo que era tuyo, y mío…
Luego me di cuenta de que el mundo no te comprendía… Fuiste tú, a tu estilo, con tus errores, pero, sobre todo, con tus virtudes, con el cariño que repartías a manos llenas, aunque muchos no te lo regresaran…
Estos últimos años fueron muy difíciles, pero, aunque te doblaste algunas veces, nadie pudo quebrarte… No pude darte un abrazo antes de que te fueras con todo mi cariño, con todo mi agradecimiento por haberme cuidado, por haberte preocupado tanto por mí, algunos estúpidamente creen que era por interés, pero era por amistad, porque siempre fuiste agradecido y no dejaste deuda sin pagar…
Pensándolo bien, sí, si te voy a extrañar, como he extrañado durante tantos años tantas y tantas cosas… Aquellas tardes soleadas y las sonrisas de “misión cumplida” en Atenas…
Las caras cansadas por esos largos trayectos de miles y miles de kilómetros que recorrimos juntos… Se nos fue Ernesto Canto, se nos fue la gentil Toni Rodríguez, se fue Jorge Witker, y ahora te vas tú… Me dejas un vacío enorme que no va a llenar nadie…
Fuiste mucho en mi vida, hiciste mucho por mí… Sí, sí he cambiado de opinión, te voy a extrañar mucho, muchísimo… Esta lágrima que se acaba de escapar no es de dolor, es de alegría recordándote pleno, dispuesto, solidario.
Descansa en paz Brother querido… ¡Te lo ganaste…! Un día con la voluntad de Dios, nos volveremos a encontrar…