DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Bélicos ya somos

Un artículo de la Universidad de Kansas señala que “El corrido es un género musical en México que narra la historia verdadera de un personaje real y/o mítico. Estas composiciones épicas narran momentos importantes para rendir homenaje y demostrar respeto hacia una persona o un pueblo.

El corrido nació a principios del siglo XIX durante la época de la independencia y ganó mucha popularidad durante la Revolución Mexicana (1910-1920), porque relataba las aventuras de los revolucionarios y sus líderes. Los corridos son populares hoy en día también. Siguen narrando las historias más sentimentales de los habitantes de las comunidades y sus problemas más cercanos, como la inmigración. En vez de cantar sobre los líderes revolucionarios, hoy se cuentan las historias de los héroes anónimos que mueren intentando cruzar la frontera hacia los Estados Unidos. Otro tema popular del corrido actual es el narcotráfico; estos corridos se llaman “narcocorridos.”

La corriente musical denominada corridos tumbados/corridos bélicos, es una herencia directa de las músicas del norte de méxico, de las norteñas específicamente y éstas, a su vez, son las primogénitas de la construcción narrativa de los corridos/canciones de la post revolución que se popularizaron en los sonidos del marichi del siglo XX. 

A cien años del surguimiento y consolidación del género, la evolución del mismo ha llegado a un punto de hibridación cultural natural en el siglo XXI. Tal como lo señala Juan Carlos Ramírez Pimienta en el prólogo del libro “Corridos Tumbados: bélicos ya somos, bélicos morimos”, donde apunta: “El corrido mexicano continúa hasta nuestros días. Se ha transformado, ha cambiado como todo organismo vivo. Ahora mismo cientos de personas están subiendo sus composiciones, sus corridos, a Internet, a Youtube, a TikTok y a otras plataformas. Es más: en México esto es cosa de jóvenes”.

Pensemos en la edad promedio de los cantantes y los compositores de los corridos tumbados, la cual oscila entre los 20 y los 30 años. Es decir, son jóvenes y adultos jóvenes que fueron niños y/o nacieron en el inicio y lo más cruento de la Guerra contra las Drogas del periodo presidencial de Felipe Calderón. ¿Cómo podríamos pedirles ahora que tengan otra idea distanta a lo que la guerra hereda? ¿Cómo decirles que saquen de su ADN lo bélico?

En ellos, sus temáticas aparentemente superfluas y banales, existe una narrativa construida en a base del presentismo intenso asumido desde la aspiración a participar de la narcocultura. Como lo señala José Manuel Valenzuela Arce: “El narcomundo y sus entramados y actividades definen los sentidos de vida y de muerte de millones de jóvenes, que encuentran o intentan encontrar en él el medio para cumplir sus deseos de consumo y placer… Millones de jóvenes han muerto o han sido asesinados en ese mundo, que sigue fagocitando vidas y esperanzas. Funciona como el gran encantador de serpiertes, como un flautista de Hamelin, convocando y arrastrando a millones de jóvenes, que asumen los riesgos considerando que esa es su única opción disponible, que pronto llegarán las trocas, los dólares, los licores, los desplantes chacalosos, la vida de lujos y buchones a granel. Las mujeres también sucumben a esa realidad de ensueño, ramplona, vacía, deshumanizada que conforma la escalera al cielo del consumo y el éxito en el mundo capitalista”.

Pero nada de eso es real, más que el éxito y la viralidad con la que se propaga la música de estos enfants terribles de los corridos. Todo lo demás es un alucín, sí, así como se les dice en las redes a aquellos que los imitan. Todo es una representación. La aspiración de una generación por ser y comportarse como sus héroes sucedáneos; el deseo de vivir efímeramente.