La Navidad en Argentina fue la más triste y desangelada desde el retorno de la democracia (1983), incluso peor que lo sucedido durante el “argentinazo” de diciembre de 2001, cuando el país cayó en la crisis más fuerte de su historia, y ahora la Nochebuena se transformó para miles de familias en una noche mala, porque el gobierno del ultraderechista presidente, Javier Milei, promulgó otro Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), que dejará en la calle a partir del 1 de enero a más de siete mil empleados públicos, además de advertir que no quedará ninguna empresa pública en el país.
“El contrato electoral de Javier Milei con quienes lo eligieron en segunda vuelta, (…) puede incluir ajuste y represión pero difícilmente contemple ese nivel de crueldad que puede confundirse con sadismo, ni la sorna del ministro sin cartera, Federico Sturzenegger, ni el amateurismo pornográfico de la canciller. Diana Mondino, que rompe todo lo que toca” señala Nicolás Llantos en El Destape, que coincide con diversos análisis que aparecieron este domino.
Esta fue una Navidad sin nada para festejar para millones ante el costo de lo que sería una cena básica navideña, ya que los precios subieron a niveles inacanzables. Los bazares, negocios y grandes mercados redujeron sus ventas a la mínima expresión. Apenas hubo algún cohete, nada de cañitas voladoras (fuegos artificales), salvo en algunos lugares de altísimo nivel de vida.
Ahora Milei se enfrenta al Congreso, al que ha menospreciado abiertamente desde su asunción el pasado 10 de diciembre, cuando que por primera vez en la historia no presentó su discurso frente a diputados y senadores sino de espaldas al recinto.
“Una realidad que ya resulta palpable explica los cacerolazos más que el discurso del presidente por cadena nacional o los detalles de un DNU. que muchos no necesitan leer a fondo para entender como una amenaza”, señala Llantos ante lo cual sorprendieron los cacerolazos y la convocatoria espontánea, lo que sucedió por primera vez a sólo diez días de que un presidente asumiera el gobierno.
“Los cacerolazos funcionan también como anticuerpos contra la normalización de un nuevo status quo empujado desde el discurso oficial y los medios que lo replican. No es normal que el ganador de una elección lleve a cabo el plan del que salió tercero. No es normal chivear (nombrar) a una empresa extranjera por cadena nacional. No es normal que en Argentina la carne salga lo mismo que en Europa. No es normal que la policía suba a colectivos a filmar a ciudadanos. No es normal arrogarse la suma del poder público para imponer una reforma que, si se concreta, volverá irreconocible al país y la vida de quienes lo habitamos”, agregó el analista.,
Es evidente también el fracaso del protocolo de seguridad de la ministra, Patricia Bullrich, durante la mañana del pasado día 20 militarizando el centro de esta capital sin poder detener una movilización del Frente de Izquierda y otros organismos que llegaron a la Plaza de Mayo para recordar a las víctimas que produjo la represión ante el levantamiento popular en esa fecha en 2001, y que dejó casi medio centenar de muertos. En estos tres días que siguieron no ha podido contener la protesta de las cacerolas y las marchas que llegaron ante el Congreso.
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