Entre tantos “deberías” qué continuamente nos señalan como tenemos que actuar, qué imagen tendríamos que adoptar y hasta la apariencia física que debemos portar, la autoaceptación puede convertirse en un serio conflicto.
Si bien, existen reglas para lograr la convivencia sana entre quienes habitamos determinado contexto, esto no significa que continuamente vivamos en lucha con nosotros mismos al no cubrir los estereotipos que directa o indirectamente se nos invita a cubrir para ser aceptados o reconocidos.
Es necesario adoptar y mantener hábitos de vida saludables que nos aporten beneficios a corto y a largo plazo, esto no podría entrar a discusión, porque es un compromiso con nuestra salud y con la tranquilidad de nuestros seres queridos.
Pero, de lo anterior a no sentirse a gusto consigo mismo porque no se encaja en las expectativas de alguien más o vivir discriminación por alguna razón, eso ya no es conveniente.
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Los seres humanos somos mucho más que nuestra apariencia física, la edad, nivel socioeconómico o situación de vida que vamos atravesando, y no es justo que la gente tenga problemas para aceptarse, lastimar su autoestima e incluso atentar contra su salud física y o mental para impedir ser excluidos.
Aceptar que traemos temas y creencias muy fuertes, de acuerdo a lo que hemos ido aprendiendo explica por qué nos atrevemos (aunque sería mejor no hacerlo) a cuestionar las elecciones de otros o juzgarnos, lo que ocasiona que la gente no se sienta en libertad para expresar su verdadero yo o que seamos los que no nos atrevemos a mostrarnos abiertamente.
Creencias que se convierten en anclajes negativos muy fuertes limitando la forma en la que nos vemos y con ello lo que nos permitimos disfrutar de la vida, disminuyendo la posibilidad de desarrollar y manifestar nuestro potencial.
Por encima de toda crítica, hay un ser humano que amerita consideración y respeto independientemente de sus características personales.
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No solo está el cómo te ven los demás sino el cómo te ves a ti mismo o misma, esto si es verdaderamente importante, porque de acuerdo al grado de aceptación con el que te miras: te autoafirmas o te rechazas, desprendiéndose a partir de esto tus decisiones y renuncias a lo largo de tu camino por la vida.
A veces, parecería que alcanzar un alto grado de satisfacción hacia ti te hace ver como una persona ególatra o narcisista y no es así, la aparente autoestima que manifiestan los dos perfiles anteriores en realidad esconde fuertes sentimientos de inferioridad.
La autoaceptación no te hace egoísta ni vanidoso, sino que es la base para establecer una relación de amor, compromiso y respeto contigo.
De lo contrario, se va por la vida ocultando quien se es, lo que se siente, se piensa, se desea o con la preocupación de que al no estar en el “rango promedio” las oportunidades o el agrado de los demás se terminen.
Lamentablemente ocurre, por ejemplo que, gente muy talentosa, pero “menos atractiva” (para alguien que lo considera así) es descartada para un trabajo, un proyecto o alguna oportunidad de relación, personas adultas mayores no reciben las mismas propuestas para un ascenso o erróneamente ya no son consideradas tan productivas, madres solteras, personas con algún trastorno o enfermedad mental llegan a ocultarlo ante la falta de conocimiento e incomprensión de otros…
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Es urgente evitar cosificar a las personas, la gente no es un objeto desechable.
Aceptarse y amar cada parte de ti, de tu cuerpo, de la vida que tienes aquí y ahora incrementa tu calidad de vida, y esta es un derecho de todas y todos.
Si aumentas de peso, si el paso del tiempo muestra algunas señales en tu piel o tu cabello, nada de eso debe disminuir tu valía personal ante tus ojos.
Pero, esto no solo lo viven las personas adultas, también los adolescentes, los jóvenes se descubren no sintiéndose bien o rechazándose porque no son como piensan que deberían ser o verse, lo que puede llevarlos a experimentar ansiedad, deprimirse o aislarse evitando esa dolorosa sensación de no ser atractivos o no resultar agradables para su grupo.
Aceptarnos no implica renunciar al autocuidado, al contrario, la autoaceptación es una invitación para cuidar amorosamente de la persona que somos, comprometernos si así lo deseamos, a seguir creciendo, aprendiendo, mejorando, cambiando, pero no desde el rechazo sino desde un profundo respeto y un deseo genuino de explorar y desarrollar nuestra mejor versión en las diferentes etapas de la vida.
Evolucionar no significa renuncias a tu esencia, no es que tengas que ser otra persona, sino seguir siendo tú en crecimiento y sentirte verdaderamente satisfecho con quién y cómo eres.
Y si cambias algo que sea por razones válidas para ti no por el temor a no ser lo que piensas que debes ser.
Si no prestas atención al nivel de aceptación que te brindas puede ser que un día en el futuro te arrepientas de no haberte dado permiso de ser tú.
Parte de lo que nos hace humanos es la necesidad de pertenecer, de ser mirados, aceptados, sin embargo, es distinto necesitar esas caricias externas a depender de estas y estar dispuesto a rechazarse para ser aceptado.
No es sencillo, continuamente recibimos mensajes que suenan como alarmas que nos sugieren hacer, actuar o imitar aquello que resulta más atractivo para los demás, solo piensa: ¿Cuál es el costo que estás dispuesto a pagar por ello?, ¿cuánto te aceptas? ¿Qué requieres para hacer las paces contigo o con las características que no te gustan tanto? elige las que si puedes y quieres cambiar, y si eliges cambiar, hazlo desde el amor propio no desde el rechazo. En este momento, ¿puedes identificar que ocasiona que no te aceptes más y mejor?, empieza por reconocer qué te impide aceptarte, ideas, creencias, expectativas, y empieza por abrazar, respetar y honrar cada parte de ti, principalmente aquellas que más trabajo te ha costado aceptar.