Uno de los pilares que sostiene a los sistemas de opresión, entre ellos el heterocispatriarcado es el derecho. Carol Smart, socióloga jurídica feminista, en su artículo La teoría feminista y el discurso jurídico de 1992, revelaba algo que para muchxs puede no ser obvio: el derecho tiene género y es masculino. Llegó a esta conclusión derivado de un análisis del lenguaje con que esta escrito, de quienes lo crean, lo ejecutan y lo sancionan y del sexismo, estereotipos y prejuicios en contra de las mujeres que ha perpetuado en la norma jurídica.
De todas sus ramas, el derecho penal es la que mayor popularidad tiene en la sociedad como aspiración de justicia, no por nada en sus campañas lxs politicxs y legisladorxs constantemente prometen crear nuevos delitos y endurecer las penas.
Este derecho tiene sus orígenes en la venganza y los estereotipos. Recordemos la famosa Ley del Talión que dictaba ojo por ojo, diente por diente; las penas corporales e infamantes que se instauraban en Roma e incluso, Cesarae Lombroso, criminólogo italiano que se hizo muy famoso por haber creado los perfiles de los delincuentes con base en sus características físicas y biológicas y de esta manera, a partir de ellos, anticipar quien era un delincuente por naturaleza. Aunque hoy todo esto está prohibido por la Constitución, no ha sido suficiente para cambiar las ideas que tenemos sobre lo qué es, para qué sirve y peor aún las terribles injusticias que las victimas y quienes enfrentan una acusación, vivirán en un sistema jurídico que esta corrompido.
El derecho penal es la última ratio, es decir, la última opción que el Estado tiene que ofertar cuando una problemática social ha sido imposible de solucionar con otras políticas públicas; porque esta facultad que le hemos dado al Estado violara derechos fundamentales como la libertad.
Se ha celebrado como una victoria feminista el aumento de penas, la creación de nuevos e innecesarios delitos como los de violencia digital, violencia en el espacio público, discriminación, las terapias de conversación (ECOSIGs), pensiones alimenticias ¿Realmente hay algo que celebrar y esto es feminista? Desde el feminismo antipunitivista, no.
El feminismo antipunitivista es una corriente y movimiento que surge dentro del feminismo negro y que hace un crudísimo e incomodo análisis al sistema penal del que concluye que no ha servido para erradicar la violencia en contra de las mujeres y otras personas, sino que se ha convertido en un instrumento que perpetua la desigualdad, la discriminación y la violencia.
A través de este derecho se ha acortado la autonomía a las mujeres, se nos criminaliza como sucede con el delito de aborto. También se nos da como única posibilidad de justicia el aumento de penas a feminicidas, violadores y otros agresores sexuales, con la promesa de que esto aleccionara a otras personas y bajará su incidencia delictiva y es la vía más cómoda para nuestros gobernantes, pues se individualizan problemas sistemáticos y se deslindan de su responsabilidad y obligación para realizar acciones concretas que den fin a ellos.
En ese contexto es que pregunto, principalmente a las feministas: si queremos erradicar la violencia ¿Debemos seguir insistiendo en crear más delitos y aumentar las penas?
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