De la pluma literaria de Gerardo Laveaga, circunstancia y fundador de la Benemérita e Ilustre institución:
“El 1 de abril de 1833, te hiciste cargo de la presidencia de la República y esto ya no resultó tan calmo.
“<<Alea jacta est>>, resopló Julio César cuando, desobedeciendo al Senado, cruzó el Rubicón. <<Alea jacta est>>, repetiste tú, dispuesto a afrontar lo que viniera. Ya estabas al frente del gobierno de México. Con Santa Anna o sin él, la Historia te iba a juzgar.
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“Habría sido imperdonable quedarte con los brazos cruzados, paralizado, ante la magnitud de los desafíos que tenías frente a ti. Cada titubeo iría en detrimento del proyecto que habías acariciado. ¿No pretendías sacar de su letargo a tantos miles de mexicanos que ni siquiera sabían leer y escribir? Para esto, sin embargo, no bastaban las buenas intenciones.
“A esas alturas, un sinnúmero de mexicanos ni siquiera sabía que su país ya no dependía de España. Seguían mirando a los sacerdotes como las únicas personas que merecían su lealtad. Nostálgicos de la madre patria, los motejaba Ramos Arizpe. Eso iba a cambiar. Eliminarías a quienes, anclados al ayer, se empeñaban en mantener a México en la Colonia.
“A partir de ahora, serían los mexicanos, todos los mexicanos, quienes se harían cargo de la nación independiente.
“Te atribulaban las carreteras maltrechas y las calles enlodadas; la economía de autoconsumo y el infame sistema fiscal, que no permitía un comercio benéfico para todas las partes. Te pesaban la enfermedad, la desnutrición, el analfabetismo… Pero, también, los privilegios de los hombres decentes, de los prelados gordinflones y de los militares que todo querían arreglarlo a balazos. Habiendo tantas personas talentosas y capaces, no podían prosperar en aquel escenario, porque no contaban con la protección del clero o del ejército.
“Abolir los fueros, naturalmente, implicaba reformar la Constitución y agraviar a los afectados. Pero si no, ¿para qué servía el gobierno? Las iniciativas que emitió el Congreso dejaron claro que sacerdotes y soldados iban a ser juzgados por tribunales civiles. Además, serían las entidades federativas – y no la Federación- las que iban a designar a los comandantes. Milicias cívicas y ejército tendrían idénticas prerrogativas.
“Al tiempo que el Congreso trabajaba a marchas forzadas, tú delegaste algunos temas en tus colaboradores y te metiste, de lleno, en el que más te interesaba: la educación.
“Convencido de que la Universidad era una institución perniciosa, resolviste clausurarla. Adoptada la decisión, había que aguardar el momento oportuno. La sustituirías con un Departamento de Educación, un Departamento de Bellas Artes, un Instituto de Geografía y Estadística, una Biblioteca Nacional y diversas escuelas donde se enseñaran Derecho, Medicina, y Contabilidad.
“Pero todos estos proyectos, que parecían avanzar de prisa, no cuajaban, porque tus enemigos te acometían por doquier…” (Si tú quieres, moriré. La novela del México que pudo ser. Planeta, 2018)
Deseando el vicepresidente Valentín Gómez Farías impulsar los importantes ramos de Geografía y Estadística, dispuso la creación de un Instituto para tan importante cargo, y nombró socios honorarios corresponsales a los gobernadores de los estados.
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En la brevedad tenía su potencia el acuerdo; dos precisiones la trascendencia: determinar características de territorio y población, y hacer funcionar el federalismo.
En casi dos siglos la SMGE rebasó los límites de su denominación. Su membresía plural acrecentó la fuente de conocimiento.
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