De entre todo lo que heredamos de los griegos, resalta, sin lugar a dudas, esa excelsa manía por recordar la historia desde la óptica de los héroes, de los vencedores. Desde el principio de la literatura misma, es esta atracción por lo épico quien ha mantenido la hegemonía. Es como si deseáramos pavimentar el pasado únicamente con glorias, tragedias y triunfos, no así con el esfuerzo, la entrega y la pérdida de todos aquellos que sirvieron para ensalzar a los ídolos que hemos ido creando.
Por ejemplo, cuenta una anécdota que un tranquilo día de 1898, los vecinos de varios bloques de edificios de Manhattan, de los concurridos barrios Chino e Italiano, empezaron a experimentar un temblor que pronto comenzó a sacudir todos los edificios y romper cristales, provocando que la gente saliera asustada a las calles de Nueva York. La policía, tras comprobar que el temblor se circunscribía sólo a aquella pequeña parte de la ciudad y sospechando de quién podía ser el causante, enviaron a dos de sus agentes al número 46 de la calle East Houston. Justo antes de entrar en el edificio notaron que el temblor cesaba, y al traspasar la puerta de un laboratorio, los recibió un hombre alto y delgado, con bigote, elegantemente vestido, y armado con un martillo, diciéndoles «Caballeros, lo siento. Han llegado tarde para contemplar mi experimento. He visto necesario detenerlo de forma súbita y inesperada…» y añadió mirando el martillo «de una forma inusual», éste hombre era Nikola Tesla, quien al haber probado el oscilador electromecánico de resonancia magnética entregaba al mundo uno de los grandes mitos de la ciencia y también uno de los episodios más celebres sobre aquello de que la historia es recordada por los vencedores y no por los vencidos.
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Sobre el tema deberíamos echar un vistazo a las múltiples aportaciones que Tesla hizo a la ciencia, sin embargo, si nosotros saliéramos en este momento a la calle, o incluso, entre las personas que nos rodean, preguntásemos, quién es Nikola Tesla, casi nadie podría respondernos. Caso que no sucedería si preguntáramos sobre Edison, quien por cierto lo observaba como enemigo por sus discrepancias en cuanto a la corriente continua que quería utilizar Edison y la corriente alterna de Tesla.
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Tanto Tesla, como lo heredado por los griegos me hacen parafrasear al Fadanelli ensayista, que piensa en que “una de las parábolas morales más comunes en la vida de los hombres reza que éstos deben enfrentar todo tipo de obstáculos para cumplir sus propósitos: enfrentar y vencer. Los obstáculos se vuelven en esenciales para levantarse con la victoria, los héroes son un estímulo para las personas comunes que libran sus modestas batallas en el coliseo cotidiano. El héroe ingenuo es el actor apropiado para las sociedades contemporáneas: preparado para cumplir propósitos que le son impuestos y lanzado a realizar hazañas que no lo son en absoluto, nuestro héroe se convierte en un ser atado de manos, impedido a llevar a cabo la única proeza que les conviene a los seres libres: pensar por sí mismos”. Por ello, lo que nos queda por realizar es salir a vivir la vida pensando en las posibilidades de estar en ambos campos de la historia: la de los vencidos y la de los vencedores, pues sin duda alguna, nuestro sino, desde que el tiempo es tiempo, es vivir para después fenecer.
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