Sabas Jaime de la Rosa Luqueño es conocido como el amigo, luego de que el hombre de ahora 71 años participó en la década de los 80s en el programa en Familia con Chabelo, como exhibicionista de los yoyos Duncan.
Originario de Tulancingo, el señor Jaime, a quien desde muy pequeño sus padres lo llevaron a la Ciudad de México, recordó la experiencia de estar junto al conductor de televisión, el llamado amigo de todos los niños, Xavier López, quien falleció el pasado 25 marzo.
“Me llevaron muy pequeño, y qué bueno porque aprendí muchas cosas. Mis papacitos no me dieron carrera de lo que yo quería ser, técnico de aparatos, pero lo que me dieron fue la vida”, expresó en entrevista con La Jornada Hidalgo.
“Yo ya trabajaba, cuando salí de sexto de primaria, andaba cargando mi mochilita y vendía cualquier cosa. Si mis papas no me dan carrera, yo tengo que hacer algo, pensé”, agregó en la conversación.
Tras dedicarse desde joven a la decoración, la cual desempeñó en los propios camerinos de Televisa donde conoció a varios artistas de la época, el yoyo llamó su atención. “Fui y me compré uno en el mercado de Sonora”.
“Cuando estaba entrenando, mi pareja de ese entonces me decía <<ya pareces niño, ya deja eso>>- yo le decía es que quiero ser campeón de yoyos, y ella me insistía <<estás loco>>, pasó el tiempo y aprendí a dominarlo”.
La preparación y la oportunidad se encontraron
“Yo veía los programas de Chabelo, empezaban a salir los famosos yoyos Duncan. De pura chiripada salí a la calle a vender mis yoyos, cuando llegó un muchacho de traje, yo pensé que era un inspector <<eres re vago, tú eres campeón de la Coca Cola>> me dijo. <<Hazme la buena, si acabo de aprender>>”, le contesté”.
“En concreto me dijo <<quieres trabajar con nosotros>> y me dio una tarjeta que decía Eduardo Zentella, ¡son los que salían en el programa de Chabelo!”, rememoró el señor Jaime.
En ese momento, el entrevistado no pudo contener las lágrimas al revivir aquel encuentro, uno de los instantes más importantes en la vida del experto en Yoyo, y prosiguió con el recuerdo de eso que algunos llaman golpe de suerte.
“¿Ustedes son los que salen en el programa de Chabelo?, me dijo “sí amigo, nos hace falta un elemento porque somos seis los que vamos y para eso necesitamos a alguien, y tú eres ese alguien”.
“El domingo yo llegué a las oficinas temprano, ahí estaban los hermanos Zentella. Busquen (en internet) y ellos eran los campeones del yoyo”, sugiere el señor Jaime a los lectores.
“Les pareció bien que me contrataran, <<el siguiente domingo vamos a ir al programa de Chabelo>>, dijeron y me pasaron una caja de yoyos, nuevecitos bailan bien bonito, y comencé a jugar.
La empresa Duncan proporcionó al señor Jaime trajes y zapatos, con el logotipo Campeón del yoyo, “dije estoy soñando, y me emocioné mucho porque se ganaba bien, y yo ya era papá”.
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Su primer día En familia con Chabelo
“Me regresé bien gustoso a mi casa, me dieron hasta una mochila. Mi esposa se quedó sorprendida, <<mira decías que no iba a ser campeón del yoyo, que estaba loco”, le recordé”, contó entre risas.
“Teníamos que estar a las seis de la mañana en el programa, mientras estábamos entrenando, Chabelo empezaba a organizar todo lo que hacía, <<yo les aviso cuando ustedes ya entren>> nos decía. Mis respetos, fue una persona muy linda”.
“Él platicaba con nosotros, <<muchachos pónganse abusados, tienen bonito trabajo, porque el yoyo es un juego de antaño>>. A veces me llegan a preguntar <<cuánto te pagaba Chabelo>>, pero con todo respeto les digo que él no me pagaba, me pagaba la marca”.
Además de la exhibición en el programa de televisión, los campeones del yoyo acudían a los centros comerciales de la República Mexicana, “muchos niños iban porque los Yoyos Duncan salían en el programa de Chabelo”.
“Me daban 50 yoyos semanales, la primera vez me mandaron a Sonora, nunca había viajado en avión. Tenía que ir a las tiendas grandes, yoyos Duncan se vendían como pan caliente, llevaba los muestrarios. No me pedían cien, eran mil”.
En las cadenas comerciales se colocaban carteles de que iban a estar los campeones del yoyo, “llegaban un montón de chavitos”, recordó.
Explicó que la marca Duncan trabajó el yoyo de acero, la marca refresquera lo hizo con madera en el centro, “el Yomi que era muy bonito también, el centro era de metal, y como no había de balero, le echábamos cera para que resbalara y nos alcanzara a hacer trucos”.
Ahora, detalló el señor Jaime, están haciendo el yoyo Duncan con balero, pero el más sencillo vale hasta 1500 pesos.
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La exhibición de Yoyo sigue en su ciudad natal y alrededores
“Después me rajé cuando tenía que ir a Estados Unidos, salí de Duncan, me quedé en México haciendo otras cosas como pintor, barnizador, vendía yoyos ya sin el traje de campeón de yoyo, y hasta la fecha los sigo vendiendo bien en Tulancingo, gracias a Dios”.
Aunque, en años recientes el experto en Yoyo intentó realizar otro trabajo, -como intendente en la presidencia municipal, hoy reconoce que no se ve en otro sitio que no sea la calle, donde un día, cuando era joven alcanzó su sueño.
El adulto mayor ahora también es hábil para armar los yoyos, los cuales hace con láminas y baleros que compra en la Ciudad de México, “voy por 200 o 500, para lo que me alcance”, dijo. Para imitar las piezas compró un yoyo de marca.
Hace las cuerdas dobles que lleva el yoyo con un motor, explicó al desarmar uno, antes de dar una exhibición de trucos como la vuelta al mundo, el tejedor, el perrito, el antifaz, el elevador, el columpio.
“El truco de un yoyo es que la muñeca lo impulse”, explica a quienes pasan por la calle Hidalgo en el centro de Tulancingo, lo mismo a la niñez que a las personas adultas, “luego les digo de broma que se los doy activados”.
Algo curioso es que al señor Jaime, la exhibición de yoyos en el programa de TV no solo le dejó una de sus mejores experiencias, también que, a todas las personas, incluidos los políticos y autoridades les dice cuates, “toda la vida, por Chabelo se me quedó lo de mi cuate”.
En su vuelta a las calles y algunos tianguis de Pachuca, traslada una caja que contiene cartitas de broma, juegos que también vendía hace años en todo el país. “Lo que me gustaría pedir es que vengan a visitarme, que busquen lo de antes porque es bueno, y cualquier cosita que vendas sin hacer daño a nadie, es honroso”, concluyó el amigo.
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