El Zócalo capitalino se convirtió este sábado “en la pista de baile más grande del mundo”, en el escenario de una megapachanga durante un masivo bailongo que reunió a diversos grupos de sonideros y sonideras, como parte del festival Noche de Primavera que se realizó también en otras nueve plazas y recintos del Centro Histórico.
A lo largo del día se presentaron más de 400 artistas, pero fue en la Plaza de la Constitución, en la cual lo mismo se realizan todo tipo de manifestaciones políticas y sociales que se celebran efemérides históricas o conciertos de famosos grupos o cantantes nacionales o internacionales, donde en esta ocasión la cultura popular, esa que nace, crece y da identidad al barrio, inundó de música y baile ese espacio.
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Miles de jóvenes y familias acudieron a la convocatoria para disfrutar al ritmo de la cumbia y la salsa de las sonideras y sonideros de las agrupaciones más representativas de la Ciudad de México. Ahí estuvieron la Dinastía Rojo, de Tepito, encabezada por Ramón Rojo, de Sonido La Changa; la Dinastía Perea del Peñón de los Baños, de Pedro y Fausto Perea; la Dinastía Campos de Tepito, de Ángel Campos, con Sonido La Voz; la Dinastía Duende de Tacuba, de Marisol Mendoza, la Musa Mayor, así como Sonido La Conga y Lupita La Cigarrita.
Para abrir el megabailongo, el Sonido Eckos lanzó por las potentes bocinas la cumbia Vive la vida. En todo el Zócalo, aquí, allá y más allá, la gente formó círculos para las más audaces parejas de bailarines, así como para quienes el sencillo placer de mover el cuerpo es más que satisfactorio.
Fue tan potente el volumen de las bocinas que el sonido rebotaba en la fachada histórica de Palacio Nacional e hizo vibrar por igual cuerpos y corazones. Apenas a 45 minutos de iniciado el magno evento, la plancha del Zócalo se encontraba a más de la mitad de su capacidad y era imposible llegar al frente del templete. Las personas intentaban abrirse paso para llegar, por lo menos, hasta el centro de la plaza a la altura del asta bandera.
“¡Venimos a divertirnos!”, gritó alguien que era seguido por cinco personas más en fila india, mientras en otros espacios ya no era sólo una pareja a la que le hacían un círculo, sino hasta más de 20 bailarines en un solo espacio.
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Conforme comenzó a oscurecer, el Zócalo se convirtió en una calle más del barrio de Tepito, del Peñón de los Baños, de Iztapalapa, de la Morelos, de Tláhuac, de Ixtapaluca o de Milpa Alta.
La inconfundible reverberación de la voz a través de las bocinas es el sello de los sonideros. A las 18:18 horas el Sonido La Changa fue recibido por la lluvia que hizo correr a un buen número de personas para guarecerse bajo los arcos del edificio de Gobierno de la Ciudad de México. Pero el agua no apagó a los más prendidos que se quedaron frente al templete. El baile bajo la lluvia continuó aun cuando el viento arreció.
Para las 18:55, sin haberse interrumpido la música, la lluvia amainó y bajo un chipichipi todas las personas volvieron a la pista para seguir escuchando los sonidos Changa Jr, Ericka Rojo, Radio Voz, Campos Lavoe, Sonido Musa Mayor y Duende.
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De acuerdo con la titular de la Secretaría de Cultura local, Claudia Curiel de Icaza, el que se hayan presentado las y los sonideros en la plaza más importante de México tuvo como propósito reivindicar la cultura popular del barrio. La funcionaria aseguró que, desde el inicio de su gestión en la dependencia, “se ha trabajado con ellos para hacer de su labor musical una declaratoria de patrimonio cultural intangible”.
Por: Carlos Paul / La Jornada
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