Los avances son evidentes en la lucha por eliminar la violencia ejercida contra las niñas, adolescentes y mujeres. Lastimosamente son insuficientes. Los actos conmemorativos del Día de la Mujer quedan notablemente disminuidos frente a las estadísticas, las imágenes y las noticias del resto del año. En el recuento ganan las omisiones frente a las acciones, con todo lo potente del esfuerzo por superarlas.
El problema está visibilizado, aceptado y atendido, pero no resuelto. Después de ceremonias, discursos, reivindicaciones, conferencias, homenajes, marchas, protestas, seguimos en el punto de inicio: violentamos a las mujeres sin diferenciación de edades, condición social, actividad laboral o relación familiar o circunstancial.
Lo hacemos igual desde la irracionalidad, la indiferencia, la prepotencia, la ignorancia y hasta el dolo. Lo hacemos a través de las imágenes, el lenguaje, las bromas. Al final es tan agresiva una mirada, una actitud supuestamente cariñosa, condescendiente o protectora, como una bofetada. A ello sigue la privación de la vida.
Lo peor de todo es la normalidad otorgada a esas circunstancias. A fuerza de repeticiones una pelea entre menores, difundida por los espectadores a través de sus celulares, terminada en fatal tragedia para dos familias, queda en morboso espectáculo, similar a la quema en la plaza pública de la dolosa imagen de la mujer representante de uno de los Poderes de la República. Así, pasamos a lo siguiente.
Más preocupante todavía es la falta de asertividad para resolverlas. ¿O es voluntad el faltante? Quizá debamos seguir esa pista para encontrar rutas más efectivas ante peroratas de ocasión y actitudes destructivas. Ambos extremos resultan inútiles después del momento. Ese círculo vicioso permanece, paralelo a la lejanía de las soluciones efectivas.
A los anuncios grandilocuentes y justificaciones de la autoridad, siguen las descalificaciones y mismos reclamos de los colectivos. Después todo queda en eso, extremos mediáticos de un mismo problema creciente e irresoluble, utilizados a conveniencia.
Menos vistosa pero más efectiva resulta la búsqueda de esas soluciones exigidas. Si no de manera integral, es decir conjuntamente por todas las instancias responsables y demandantes, de forma separada hasta lograr la confluencia general. Compromisos los hay, su encuentro vendrá de manera natural.
Recién escuchamos en el Tribunal Superior de Justicia una conferencia ilustrativa y cuestionadora. Con claridad y precisión Karla Micheel Salas, abogada experta en feminismo y defensa de los derechos humanos abordó origen y elementos del problema: el poder de los varones ancestralmente permeado en todos los espacios públicos y privados, nocivo en el funcionamiento de las instituciones, particularmente las policiales, de procuración e impartición de justicia.
Con argumentos construidos desde realidades concretas, expuso la propuesta del Poder Judicial de Coahuila de establecer juzgados especializados para mujeres víctimas de violencia familiar. Si lo hay para asuntos mercantiles, laborales, de menores, no habría razón para descartarlos.
La presencia y mensaje de la Magistrada Presidenta, representante del Poder Judicial hidalguense, confirma compromiso e interés en explorar el tema. Tenemos ventajas como la actual conformación de los órganos impartidores de justicia con presencia mayoritaria de juezas y magistradas.
Apuremos y construyamos desde lo local, soluciones a problemas nacionales.