En diversos pueblos, colonias y barrios, los gobiernos neoliberales heredaron espacios que fueron construidos con recursos públicos y que hoy en día están abandonados. Las obras se generaban al vapor, sin contar con un título de propiedad que garantizara que la infraestructura formaba parte del patrimonio público y sin un proceso de planificación que previera la realización de actividades, cursos o talleres por los que la población concurriera en dicho punto de reunión. Como en otros ámbitos, su única lógica era el despilfarro y la corrupción.
Transformar significa dar un giro radial. Por eso, en tiempos de la cuarta transformación respecto a las obras de infraestructura social, los procesos de planeación, ejecución y seguimiento no podían ser iguales a los del modelo anterior. Luego entonces, las dependencias administrativas encargadas de tal responsabilidad debían volver a estructurarse y esa fue la primera tarea de la actual Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) del Gobierno de México: pasó de ser dispersora de recursos a ejecutora de proyectos.
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Se dice fácil, pero este cambio de paradigma implicaba grandes cambios organizacionales. Nuevos equipos de trabajo con otras capacidades, más trabajo de tierra, más controles administrativos para entregar cuentas claras de los recursos dispuestos y más contacto directo con el pueblo. Reformas legales y reglamentarias, nuevas funciones y responsabilidades. En todos los niveles de organización, los servidores públicos de SEDATU bajo la conducción de su titular, Román Meyer Falcón, vivieron en primera persona ese proceso de transformación del que tanto hablamos.
Y luego, lo más importante: lograr que esos cambios dieran resultados diferentes hacia afuera. El Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) que concentra la mayor parte de las obras ejecutadas por la SEDATU, integra en todos sus procesos de planificación la participación de la ciudadanía y los gobiernos locales. Por primera vez en esta materia, se trabaja de manera deliberativa para llegar a un resultado que sea socialmente aceptable y disminuya las posibilidades de conflicto en el territorio. Los recursos se ejecutan de manera directa, evitando así las transferencias a otros niveles gubernamentales. Antes y durante la ejecución de los trabajos, se consensa con el gobierno local una serie de actividades para garantizar la puesta en marcha y operación constante de los espacios construidos. Por su parte, el gobierno local también invierte tanto en obras complementarias como en la operación de los espacios.
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Por si fuera poco, se destaca que en cada proyecto se busca generar modelos arquitectónicos en armonía con el entorno utilizando materiales, técnicas o colores conforme a los usos y costumbres del lugar. La envergadura de los proyectos tiene también el beneficio de generar derrama económica alrededor, tanto por la contratación de mano de obra como por el aumento en la demanda de bienes y servicios mientras duran los trabajos.
Durante lo que va del sexenio, Tlahuelilpan, Tlaxcoapan y Tizayuca, han sido los municipios hidalguenses seleccionados para ser beneficiarios de este gran programa. Aquí, estamos más que emocionadas y emocionados porque nos encontramos a punto de iniciar la transformación de nuestro entorno para beneficio de todos quienes aquí habitamos.
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