El Metro, buenas y malas

El transporte público tiene mucho mayores implicaciones que sólo facilitar a la población acercar a sus hogares o sitios de trabajo. Requiere responsabilidad, seguridad, planeación, habilidad, constancia, permanencia, recursos y un poco de esa voluntad política de la que se ha hablado para gobernar.

De hecho, son históricos los momentos cuando se abren líneas o se cierran, se facilita la movilidad y se dan pasos a la modernidad. Se pretende dejar atrás la lentitud y hasta mejorar la economía.

Así, en todas las ciudades se han abiertos páginas para la historia en cuanto al transporte público. En la capital del país fue el 4 de septiembre de 1969, en que se abrió la primera línea del Metro, por cierto, llamado así por el término “tren metropolitano”. La línea rosa o Uno, comenzó a correr las estaciones conocidas como Zaragoza y hasta Chapultepec, con 12.6 kilómetros de extensión.

Claro que la apertura de este tren causó conmoción. Fue la modernidad para la capital del país, para las y los viajeros de la ciudad, y para quienes íbamos de visita por trabajo, salud, o paseo, resultaba una experiencia de otro mundo. Hasta parecíamos extranjeros por aquello que todo lo mejor y más moderno se da en otro país.

Pues bien, a lo largo de la creación de las doce líneas, han pasado los presidentes Gustavo Díaz Ordaz; José López Portillo, Miguel de la Madrid; Carlos Salinas de Gortari; Ernesto Zedillo y la más reciente, la 12, por el entonces jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard.

Se estima que el Metro lleva de un lugar a otro a cinco millones de personas diariamente. Es una gran hazaña mantenerlo funcionando, abierto en su amplio horario para cumplir con las necesidades de la gran urbe de la CDMX.

En su captación de usuarios en ocasiones ha sido superado por los metros de Nueva York, Moscú y Tokio. No cabe duda que ha sido una gran obra, de utilidad y alto impacto.

Recuerdo de niña cómo vi grandes zanjas en el pavimento sin entender por qué a lo que más tarde vi como un bólido naranja atravesaba la gran ciudad.

Hoy es una gran preocupación lo que pasa en el Metro, utilizado para bien y para mal. Para cuestiones políticas que nada tienen que ver con el bienestar de los millones de personas que requieren de uno o mas viajes en el día para cumplir con su misión.

Lamentable abrir las páginas de los informativos y ver la siguiente cabeza del sitio web de Cimac: “Iba a una clase de pintura, el arte era su motor. Yaretzi, víctima fatal del choque del Metro”, luego del choque de trenes de hace dos semanas.

Las investigaciones han estimado de las acciones que han puesto señales de alerta en los andenes y que la población, de un lado al otro, puede estar en peligro “aparentando” la falta de mantenimiento de las líneas, por la actual gobernadora Claudia Sheinbaum.

¿De verdad sirve poner en peligro a las y los usuarios del metro para consolidar o tirar una posición política? Me parece muy difícil de creer. Por lo mientras, si yo ya sentía inseguro viajar en el Metro desde hace unos cinco años, ahora no dudo en viajar sobre el asfalto: el Metrobus si requiero de un transporte público.

Lo cierto es que… El subterráneo guarda muchos secretos. Es hoy cuando la misma población debe exigir con voz más fuerte, la no intromisión al transporte público, de gente que no tenga nada que ver con las mejoras de este transporte colectivo que ha sido histórico por su buen desempeño.

Twtiiter: @AidaSuarezCh