La Organización Mundial de la Salud confirma que la pandemia por Covid-19 continúa como una emergencia de salud pública de importancia internacional y recomienda mantener las medidas precautorias, arrancamos un año nuevo con todos los sectores activos donde la observancia de estas disposiciones es variable.
El esperado retorno las aulas fue paulatino y afortunadamente no se ha ido para atrás, aunque existe un relajamiento social en el uso del cubrebocas y otras medidas, los centros educativos mantienen el posicionamiento de privilegiar esta observancia.
Está comprobado que el cubrebocas es el principal escudo protector contra covid y me parece que utilizarlo constituye un acto de solidaridad y respeto por las personas que nos rodean, el utilizar mascarilla que cubra nariz y boca se ha culturizado en espacios concurridos, en especial cerrados como las aulas y ya no es requisito para ingresar o permanecer otros lugares.
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Para entrar en materia, apuntaré que los seres humanos nos comunicamos de muchas maneras, siendo el lenguaje verbal es el más recurrente, por eso es que el no vernos al hablar, tiene sus bemoles en el salón de clases, la mascarilla provoca ciertos efectos físicos y emocionales entre la población estudiantil y docente, pues son periodos largos de tiempo los que se utiliza.
Si bien, nos hemos acostumbrado al uso del tapabocas, a lo que no nos acostumbramos es a no vernos a la cara completa, la gesticulación facial es una forma natural de comunicación que puede decir tanto con una sola expresión, y eso se extraña, ver las sonrisas, percibir humores y hasta identificar preocupaciones del alumnado nos permite realizar a tiempo procesos de intervención.
Para completar la comunicación en el aula, en ocasiones los maestros o alumnos tienen que hablar más fuerte o apoyarse de movimientos con las manos o el cuerpo y utilizar más el pizarrón, puesto que no se puede leer los labios y las expresiones faciales se concentran básicamente en los ojos.
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Estudios realizados sobre el uso del cubrebocas en el aula con relación a que, si interfiere o no en el proceso enseñanza-aprendizaje, revelan datos interesantes, pues se reconoce que la mascarilla distrae las conexiones de las neuronas espejo, esas que entre sus funciones se encargan de la referencia social y la intención de comunicación.
Por ejemplo, con las neuronas espejo imitamos acciones de manera inconsciente como reír cuando alguien ríe, llorar cuando alguien llora en una película, sufrir ante el sufrimiento de otro y son las responsables de la empatía, entonces al no vernos la boca y prácticamente media cara, pudiera afectar estos procesos.
Podría ser que se den repercusiones en estudiantes con alguna condición especial, la edad del alumno y estilo de aprendizaje también es una condicionante, pero también puede ocurrir que el tema pase desapercibido para muchos otros, es decir, resulta meramente factorial; por otra parte, el mensaje de seguridad y protección que da el uso del cubrebocas, es un apoyo para estar dispuestos al conocimiento.
Al menos en nuestro país, todo parece indicar que la usanza del nasobuco en el aula no será eliminado a corto plazo, se recomienda propiciar descansos controlados de la máscara, y como docentes, apoyar la gestión de emociones en los alumnos, puede funcionar.
Venimos de un periodo vacacional decembrino donde la convivencia presencial se vivió a todo lo que da y las alertas están encendidas, no perdamos de vista que si en la escuela se protegen, regresarán sanos a casa y a su vez protegerán a su familia, y al revés, es un círculo.