La Navidad es una de las fiestas más importantes para la humanidad porque en ella se celebra que el Hijo de Dios se hizo hombre, para a través del amor mostrarnos el camino para la vida eterna.
Esta conmemoración es una de las celebraciones más importantes del cristianismo y en ella se evoca el nacimiento de Jesucristo un 25 de diciembre en Belén; con el tiempo se ha convertido en una fecha que se espera durante todo el año, en un momento donde las molestias, las desavenencias, los conflictos, incluso el odio y el resentimiento quedan relegados a segundo plano y se da paso a las reuniones en armonía, paz, reconciliación y perdón.
Durante años, los árboles adornados, los regalos y la comida en familia han sido momentos que caracterizan esta conmemoración, sin embargo, este año el ambiente se siente diferente, la pandemia originada por el virus SARS-CoV-2 que comenzó a extenderse rápidamente en marzo pasado, implicó que instancias como la Organización Mundial de la Salud exhortaran a medidas como: la implementación de mantener una distancia de al menos 1.5 m entre personas, lavado constante de manos con jabón, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, además del confinamiento que al principio se pensó por semanas o incluso por un mes y que en algunos casos duro más de 6 de meses.
Sin embargo, y a pesar de la difícil situación que enfrentamos, esta Navidad debe continuar siendo un momento significativo, debe llamarnos a hacer un alto para reflexionar y autoevaluarnos, para alimentar el espíritu y fijar nuevas metas, pero, sobre todo en un mundo donde el materialismo, la violencia, las agresiones y el egoísmo han comenzado a permear con más fuerza que nunca, el nacimiento de Jesucristo debe ser una guía para recordar la empatía y el amor al prójimo.
Desafortunadamente, el aislamiento y las medidas implementadas no han hecho más que recordarnos lo importante que eran los abrazos, las caricias y el acercamiento de aquellos que queremos y que son parte fundamental de nuestra vida, es por ello que hoy a pesar de que quizá sea trillado, debemos tener más presente que nunca que la calidez y el amor de nuestros padres, hermanos, familia y amigos, es uno de los tesoros más importantes.
Rescatemos valores como la empatía, la bondad y la humildad, que tanta falta hacen en un mundo cada vez más volátil e inconstante, acerquémonos a quién nos necesita y dejemos que Dios nos permita como bien diría el Papa Francisco “ojos para ver al prójimo y corazón para querer su bien”.
Ocupemos estas fechas no sólo para dejar de lado el resentimiento, el odio y el rencor, olvidemos el daño que nos han provocado y actuemos como bien se cita en Efesios 4:2 “Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor”; porque, convencido estoy, que si buscamos por unos instantes comprender el dolor personal de aquél que nos pide que lo escuchemos, cultivaremos relaciones basadas en la comunión y la fraternidad.
Deseo que esta conmemoración sirva para hacer un recuento tanto de metas cumplidas como las pendientes, pero sobre todo que seamos capaces de olvidar el ruido de la vida y que en silencio encontremos la voz del amor y la empatía. Que el espíritu de Jesucristo inunde nuestros corazones. Feliz Navidad.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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