Cuando el presidente Franklin D. Roosevelt lo hizo por primera vez, en medio de la gran crisis que enfrentaban los Estados Unidos de América al inicio de su mandato, hacer un corte a los primeros cien días del mandato adquirió el simbolismo de mostrar, con los hechos, el cumplimiento del compromiso adquirido y reafirmar las bases de la gestión.
En el Poder Judicial del estado están definidos los rieles sobre los cuales correrá su desarrollo inmediato, son el trazo de su horizonte y rumbo en la etapa iniciada el uno de septiembre, cuando la entonces elegida magistrada presidenta los anunció.
Uno es el sentido humano para dirigir y desarrollar el trabajo, es decir, poner en el centro de nuestras facultades y responsabilidades a la persona, en dos planos: al interior, con la unidad orgánica y la distribución de competencias en sus dos tribunales, inclusión de todas y todos, institucional y personalmente, inteligencia suficiente para sumar opiniones y capacidades, madurez para aceptar otras aportaciones, reciprocar respeto a la dignidad de cada quien y en el conjunto, y permanente comunicación hacia todos los niveles de la estructura funcional.
El otro, es la apertura a una mentalidad innovadora, para alejar definitivamente tradiciones y estereotipos generadores de estancamiento.
Eso es la gran apuesta a la tecnología y la renovación de espacios laborales con visión específica para el ejercicio jurisdiccional, como los proyectos para los distritos judiciales de Apan y Tula; llevarán a la empatía reclamada por las y los justiciables, lastimados por la lentitud y la soberbia.
El rescate del proyecto de la firma electrónica, y el programa de digitalización de expedientes, apuntan a ese objetivo, serán dique a la corrupción. Igual, la reinscripción a la cooperación internacional para fortalecer el ejercicio jurisdiccional, y la difusión del patrimonio documental histórico.
Así se apunta el Poder Judicial a participar en el proceso de alternancia política, encabezado por un gobernador -a quien ahí se conoce muy bien e igualmente conocedor de ese ámbito-, respaldado en un amplio e inobjetable bono democrático.
Es escenario de reto y oportunidades: juezas, jueces, consejera y consejeros de la judicatura, magistradas y magistrados, tenemos el compromiso para respaldar y apoyar a la Presidencia en sus funciones, advertir de posibles riesgos y proponerle alternativas.
La puerta siempre abierta y disposición permanente a escuchar, son invitación a sumar. No lo hará solamente quien no quiera o nada pueda aportar.
Es una nueva oportunidad para cumplir el mandato hacia el bienestar de las y los hidalguenses, en cada jornada de trabajo, con mucho más que las horas de oficina características de la más pobre burocracia.
Los cargos no son juguetes para infantes, tampoco aventura, requieren conocimiento, compromiso, una narrativa lógica, pasión, humildad y constancia en el esfuerzo. De otra suerte, sólo se puede aspirar a la intrascendencia.
Conviene tener siempre presente: tras cada firma, tras las imágenes posadas o espontáneas, testimonio de la pertenencia al Poder Judicial, puede dejarse un listado de incongruencias, omisiones, irresponsabilidades, despropósitos y tiempo perdido; o un archivo de realizaciones, cambios, aportaciones, imaginación, madurez y honestidad. Así se sabrá más pronto de lo supuesto.
En el servicio público no hay retorno, el tiempo no regresa. Yerros y aciertos, actitudes y decisiones, marcan diferencias y califican etapas.