Durante décadas se ha apostado por el desarrollo y comodidad de los ciudadanos sin pensar en la naturaleza; carreteras y edificios han sepultado árboles y lagos y esa transición y reflexión las plasma la investigadora mexicana Andrea Sáenz-Arroyo (bióloga marina y doctora en estudios ambientales) en su libro Un mar de esperanza. Soluciones ciudadanas para un planeta sostenible(Taurus).
El texto es la historia de un viaje a sociedades contrastantes de todo el mundo que traen buenas noticias en un planeta que está perdiendo sus ecosistemas naturales.
En su obra, Sáenz-Arroyo señala la importancia de mantener y rescatar una parte de la naturaleza para que la humanidad tenga una vida más sana.
“Pues ahí está la inteligencia, lo que pasa es que pareciera como que algunas sociedades llegan más rápido a esa inteligencia colectiva que te permite establecer una relación menos tóxica con el ecosistema. Y pues, reconocer la dependencia que tenemos al resto de la vida y pareciera que otros estamos en esta especie de ilusión, donde el ser humano casi construye todo desde cero
“El libro es un mosaico de ideas que están surgiendo en todo el mundo sobre cómo hacer las cosas de manera distinta para obtener resultados diferentes. Resalta no solo la problemática de una ciudad o de un solo país, sino el prospecto de lo que podría dañar el hombre a la naturaleza y cómo las personas pueden aprovechar los recursos de forma sustentable y responsable”, expresó.
En sus páginas recorre Islandia, Galicia, el norte de Dinamarca, costas de California y las islas Fiyi para mostrar cómo se puede cuidar un ecosistema al mismo tiempo que se desarrollan y prosperan.
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“La obra está diseñada para adultos preocupados por la crisis ambiental, pero sobre todo para chavos, digamos de prepa, de universidad, jóvenes que se están formando y que van a ser los profesionistas. Ahí están las bases y es por ello que no está narrada de una manera técnica, sino de una manera que les interese y espero que puedan llegar de principio al fin.
“Que les toque el corazón en relación con nuestro papel para incorporarnos a los ciclos de la Tierra. Sería mi sueño que lo pudieran poner chavos y que con eso ellos se formen como lo que quieran estudiar hacer profesionalmente, pero ya habitados por esta responsabilidad que tenemos como parte del mosaico de vida que se vive en el planeta”.
Sáenz-Arroyo sostiene que la humanidad está envuelta y presionada por una paradoja crítica, ya que como seres civilizados es dependiente de los recursos naturales, pero el modelo económico que rige está sustentado en la degradación del medio ambiente.
Se ha degradado y deteriorado tanto al planeta que la capacidad de la atmósfera de regular nuestro clima está en crisis y se acaban los recursos esenciales para sobrevivir, uno de ellos es el agua.
“La Ciudad de México tiene un sistema de subsidio, estar jalando agua de la cuenca vecina y eso implica muchos costos, además de que estás despojando a la cuenca vecina de su agua y lo que tenemos es agua fósil. No existe un programa en donde estemos restaurando la vegetación que permite que se recarguen los mantos, no tenemos esa visión integrada en las políticas públicas.
“Está pasando ahora en Nuevo León. Somos iletrados porque no hemos conectado las actividades económicas a la conservación, restauración y mejora de las funciones y de los servicios ecosistémicos, de las funciones ecológicas de los ecosistemas”, relató.
La especialista mencionó a las comunidades rurales que han tenido que sobrevivir a pesar de las políticas públicas, las cuales han desarrollado inteligencias inspiradoras e incluso a nivel global, como lo expone en su libro.
Criticó además a la actual administración de Andrés Manuel López Obrador por recortar el presupuesto destinado para el medio ambiente e incluso para la ciencia, que calificó como muy necesaria.
“Yo me esperaba que le hubieran puesto un dígito más al presupuesto. Esto es central, en particular cuando tienes comunidades que dependen profundamente de las funciones ecológicas de los ecosistemas, como la recarga de mantos acuíferos, como la protección de los manglares, la zona costera. Tienes una lista de comunidades rurales que dependen de esta integridad y no tienes una política pública transversal en términos federales para ellos”.
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En la actualidad, la investigadora radica en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, rodeada de comunidades a las que admira y de las cuales ha aprendido sobre desarrollo.
“Aquí las comunidades indígenas les han dado la espalda a las propuestas gubernamentales. Las comunidades indígenas tienen mucho que hablarnos de qué significa desarrollo y qué no significa desarrollo.
“Un ejemplo que viene en el libro es Isla Natividad, en la Península de Baja California. Desde mediados de 1930 una pequeña comunidad formó una cooperativa pesquera, se estableció en la isla y vive de manera próspera y pacífica. Este pueblo pesquero está rodeado por uno de los ecosistemas más productivos del mundo: el bosque de sargazo gigante. La forma en que la cooperativa maneja sus recursos colectivos de manera responsable y las respuestas que han dado ante las perturbaciones que ha traído el cambio climático, ilustra sobre las condiciones mínimas de gobernanza que debemos tener globalmente para manejar recursos de uso común, tales como la atmósfera o la biodiversidad planetaria”.
Calificó a la comunidad del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de admirable en su forma de gobernarse, principalmente lo que significa bienestar, lo que en realidad significa democracia.
“Yo creo que el secreto, y digamos la esperanza, ahí está en toda inteligencia colectiva. La época en donde un grupo de personas tomaba decisiones por todos, pues es una época que ya no está vigente”.
A todas esas personas que inspiran a proteger los recursos naturales Andrea Sáenz-Arroyo las llama “un mar de esperanza”.
Investigadora
Andrea Sáenz-Arroyo es bióloga marina con un doctorado en Economía y Medio Ambiente. Entre los trabajos que ha realizado destaca la investigación científica, ha publicado en diarios y revistas mexicanos, además de recibir el Premio Pew de Conservación Marina con el cual realizó el libro.
Por Alejandro Baillet
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