Ahora, a organizar 

Tras la votación del pasado domingo, se puede expresar que el ascenso ininterrumpido de Julio Menchaca se produjo por su calidad de candidato, además del fortalecimiento de Morena. La otra aspirante, Carolina Viggiano, no menos capaz, transitó entre un priismo desfortalecido, en que la figura, controvertida y flagelada fue el dirigente nacional del tricolor, Alejandro Moreno. 

Hubo dos más que se sumaron a la competencia por la gubernatura, Francisco Berganza, Movimiento Ciudadano, y José Luis Lima Morales, Partido Verde Ecologista  de México. 

El primero, maduro, menos de buscar pelea, como se esperaba, fue perdiendo gas en los debates a medida que se acercaba la elección, una movilidad acotada, pese a manejar los escenarios con agradables alocuciones.  

Lima Morales, a quien circunstancialmente saludé en un café, fue persistente en los temas que disertó, especialmente el de mejorar el medioambiente. Mantuvo su presencia de caballero. 

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En corto diálogo, afable, como siempre, reiteró. “Me interesa el estado, quiero a mi estado. No bajaré los brazos”. Su tono fue conciliatorio, sin caer en el embrujo de enfrentamientos verbales. 

El epílogo de la jornada electoral se dio en la noche, en la Plaza Juárez, entre música, felicitaciones y un sobrio mensaje del ganador, conocidos ya datos oficiales del PREP. 

Menchaca estuvo acompañado de su familia encabezada por su esposa, Edda Vite Ramos, y cercanos colaboradores, entre ellos Natividad Castrejón, jefe de campaña, tan juvenil como cuando lo conocí, lustros atrás, y también por ahí Navor Rojas, de impecable compostura acorde a su experiencia política. 

La nueva administración acometerá de aquí hasta que asuma la conducción del Poder Ejecutivo estatal, tareas fundamentales para configurar acciones que Menchaca delineó para beneficio de hidalguenses, tanto de zonas urbanas coma las identificadas como rurales. 

A la par, vital en esos propósitos, las estructuras en que se sustentará con su calificación personal, en el decidir  quiénes le auxiliarán en la nada fácil tarea de gobernar. 

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Según una estimación tal vez no muy precisa, funcionan 18 secretarías, en el primer orden de responsabilidades. En el pasado, en estas oficinas, que así se les dicen comúnmente, los nuevos mandatarios modificaban nombres, según los tiempos y necesidades apremiantes. Junto con paridad de género de quienes las encabecen, en el compromiso de rendir buenas cuentas. 

Es una selección en la que, seguramente, ya hay delineados nombres que se identifiquen plenamente con los propósitos, con el sustento de capacidad y lealtad. 

Después aparecen los organismos descentralizados. Se nos informó que son 61. La verdad no somos peritos infalibles para trazar todo un organigrama que los agrupe. 

El nuevo gobernador contará con el apoyo de todos aquellos que desde el arranque de sus acciones proselitistas, el 3 de abril pasado, fueron los más identificados, aunque al final él dirá la última palabra. 

El conocimiento de quienes sean escogidos provoca ya entendible interés y, hasta en pláticas de café en medios conexos a la burocracia, tratar de adivinar como la final se configurarán estas listas. A veces entretenido ejercicio con el esperado desencanto, como en sexenios anteriores, en que los verdaderos expertos no tuvieron el tino de acertar en todas, pero si en una discreta mayoría. 

No falta ciertamente mucho tiempo para confirmarlo.