Prometieron un concierto diferente e inolvidable y lo cumplieron; y es que no por nada son una de las bandas más importantes de América Latina y, sin salir de esa preocupación por el medio ambiente, Café Tacvba ofreció un viaje musical por sus 33 años de existencia.
Pero ¿cuál fue la diferencia de los conciertos acústicos que han realizado a este? Pues simplemente que recrearon arreglos diferentes sin perder su esencia y su origen e hicieron que su Chilanga Banda cantara, brincara, bailara y una que otra derramara las de cocodrilo, al recordar épocas pasadas o a algún amor que ya fue.
Los Tacvbos iniciaron la primera velada de cuatro trasladando a su público, que abarrotó los 10 mil asientos del Auditorio Nacional, a sus orígenes y por obvias razones la que no se perdona por ningún motivo en cualquiera de sus conciertos es “María”.
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Rubén, con su clásica vestimenta de manta blanca, reboso negro y sombrero de paja, con su voz le cantaba a la que sale de noche y sola, mientras que Meme, Joselo y Quique, vestidos de negro, recordaban con sus instrumentos el primer éxito de la banda que nació en 1989.
Con un escenario sencillo, solo los músicos y sus utensilios de trabajo sobresalían de unas luces tenues y rojas, las cuales le dieron ese toque de intimidad y complicidad a la noche que apenas arrancaba con “Diente de león” y la cual fue acompañada por las palmas de los presentes.
Acompañados con el sonido de una banda oaxaqueña, Café Tacvba entonó “La chica banda”, lo que provocó la locura y hasta el intento de uno que otro círculo de slam, pero por el espacio y el recinto no se lograron.
Los clarinetes y tambores se mezclaron con los acordes de “La Muerte Chiquita”, para luego dedicar a los mares, ríos y lagos “Olita de Altamar”, en donde pidió a la gente que honrara y protegiera el vital líquido que conforma nuestro planeta.
En el escenario, los cuatro músicos mostraron lo bien que se acoplan, la integración, respeto y amistad que hay entre ellos, es por eso que cada uno tuvo la oportunidad de cantar, por ejemplo, Quique Rangel interpretó “Futuro”, la cual viene en disco “Jei Beibi”.
Emocionado, Rubén agradeció la integración de los músicos y clásicos como “La Locomotora”, “Las batallas” y “Rarotonga” mostraron un sonido totalmente renovado y fresco.
Pero la sorpresa musical de la noche estaba por aparecer y fue con un organillero que la banda de rock mexicano hizo erizar la piel cuando interpretaron “Mediodía”, de su “Cuatro Caminos”.
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La trompeta de Franklin y el saxófono de quien el cantante llamó Migte y las percusiones de Nacho, le dieron un sabor afrocaribeño al “Outsider”, para luego hacer cantar las rimas de “Chilanga Banda”, de Jaime López.
Rubén desapareció del escenario y, con guitarra en mano, Meme tomó el control al lado de Joselo y Quique para poner el momento romántico con “Aviéntame”, rola que fue parte del soundtrack de “Amores Perros” y remató con “Eres”. Ya con Rubén de regreso, los cuatro hicieron cantar “Quiero ver”.
“Hemos navegado por una vida feliz, gracias a la música y a ustedes, ¡muchas gracias”, aseguraba el cantante para cerrar las más de dos horas con “El baile y el Salón”, otra de las imperdibles en sus presentaciones y “Ojalá que llueva café”, del maestro Juan Luis Guerra, y que fueron acompañados por el dueto huasteco de Aníbal e Iván.
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