A fin de cuentas, los electores decidirán 

En el tercero y último debate entre candidatos a la gubernatura, el pasado jueves en Pachuca, con la ausencia de uno de ellos, Julio Menchaca, se reiteraron propuestas, encaminadas a fomentar mejores condiciones de vida en el estado. 

Antes de las 19 horas, Menchaca ratificó que no asistiría. Argumentó que sus adversarios habían tomado estos eventos como una “tribuna de lectura” que carece de un debate. 

También propuso modificar  el diseño de estos ejercicios públicos y consideró que se basan en el ataque personal y no en lo que son y proponen los candidatos. “Cuando no hay argumentos, hay adjetivos”, precisó. 

Había especial interés de cómo enfrentaría Carolina Viggiano la no participación del morenista, todavía en la cima de encuestas cercana la elección del 5 de junio. 

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Y sí, ella que abandera la coalición Va por Hidalgo (PAN, PRI, PRD), cuestionó a su natural oponente, al mencionar que lamentaba que no estuviera, definiendo esto como falta de respeto. 

Por lo demás, observó una conducta concentrada en explicar lo que emprendería al frente del Ejecutivo, si es que el voto le favorece, aunque el final también reiteró en su inconformidad. 

Los otros dos aspirantes, Francisco Berganza (Movimiento Ciudadano) y José Luis Lima Morales (Partido Verde Ecologista), se concentraron en sus intervenciones, un tanto acotadas, como antes ya había ocurrido, por tiempos previamente marcados. 

Los tres, muy formales en el uso de la palabra, exhortaron que en el análisis final de quienes siguieron el debate, se les considerara ante las urnas, porque su intención es honesta, sin buscar beneficios personales, y sí en favor de los hidalguenses. 

Hubo coincidencias entre quienes estaban en la tribuna, como al proponer Lima Morales que se suprimiera el pago de tenencias, lo que fue compartido por Berganza. 

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Viggiano fue enfática en una necesaria mayor seguridad para todos los hidalguenses y adelantó que de ser gobernadora, asumiría personalmente esta responsabilidad. 

El martes pasado, en Uvalde, pequeña localidad texana, un joven de 18 años Salvador Ramos, ingresó en una escuela primaria, y mató a 19 niños y dos maestros. Poco después fue abatido por un policía. 

Semanas antes, en Buffalo, Nueva York, otro hombre, Payton Gendron, también de 18 años, sacrificó a 10 personas de color en un supermercado. A él lo capturaron. 

El presidente norteamericano Joe Biden declaró: “Estoy asqueado y cansado”, a la vez que hizo una recopilación de hechos semejantes, entre otros el registrado en 2012 en una primaria de Sandy Hook, Connecticut, cuando un exalumno asesinó a 20 niños y  a seis adultos. 

Se conoce que en el vecino país se fácil adquirir armas de fuego, lo que posibilita este tipo de condenables acontecimientos. 

De acuerdo con lo expresado por Gun Violence Archive, el denominado tiroteo masivo en Uvalde fue el número 212 en este 2022, que aún no llega a su medianía de vida. 

Ramos acudió al plantel con un rifle de asalto AR-15, un chaleco antibalas y alrededor de 350 proyectiles. El arma puede comprarse en Estados Unidos, en las llamadas tiendas en línea,  por alrededor de 37 mil pesos 

Estremecen las cifras de Norteamérica, pero en México, por diversas causas, día a día nos enteramos de homicidios no registrados en escuelas, pero si por otras numerosas causas que nos recuerdan que la violencia todavía se enseñorea, aunque datos reciente de índole federal, sostienen que ha disminuido.