Hay un viejo chiste que cuenta la historia de un comerciante muy ávaro que en su lecho de muerte está rodeado por sus cinco hijos. El hombre, con la voz ya casi apagada va preguntando por cada uno de ellos, y cada que dice el nombre de uno, éste se acerca y le responde “Aquí estoy padre”, y cariñosamente le da un beso. Así con cada uno hasta que llega el turno del último de los vástagos. El padre está agotado y de manera casi imperceptible pregunta por el quinto de sus hijos. Cuando éste se acerca y le susurra al oído “Aquí estoy padre”, el comerciante brinca de la cama y con un grito pregunta: “¡Y quién atiende la tienda?”
México por supuesto que no es una tienda y sería un error equiparar el país con un comercio del que se obtienen buenos dividendos o ganancias para quienes lo administran. Que eso haya ocurrido en todas las épocas de la historia, esa es, valga la redundancia, otra historia. Viene a colación el tema porque conforme se acercan los tiempos electorales muchos de quienes tienen legítimas aspiraciones a ocupar un puesto, en particular relacionado con el poder ejecutivo, sea nivel estatal o federal, se avocan en cuerpo y alma en lograr su objetivo.
A nivel federal faltan poco más de 24 meses para que se celebren las elecciones presidenciales pero a partir de que el presidente Andrés Manuel López Obrador literalmente “destapó” a sus corcholatas, las aguas de la política nacional se agitan cada vez más y quizá no tardarán en enturbiarse. Lo único que se pide es que ojalá y no se conviertan en un tsunami que impacte o afecte a los ciudadanos que mientras no llegue el día de las elecciones solo pueden observar los juegos del poder. Los eventos con los precandidatos, declarados y no declarados públicamente, son cada vez más recurrentes y en cada uno de ellos el grito de “presidente, presidenta” resuena y se reproduce en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Ahora pareciera más importante la actividad que realiza tal o cual funcionario o funcionaria en torno a sus aspiraciones presidenciales que respecto a la labor que tienen encomendada. Los mítines, las porras a su favor, su empatía con los ciudadanos fuera de la esfera de sus responsabilidades tienen más repercusión mediática, incluso promovida por ellos mismos, que los eventos o actos en su calidad de funcionarios.
Pero no solo se vive esa efervescencia a nivel nacional, también ocurre en la esfera estatal y municipal. Hay funcionarios estatales y federales que levantan la mano y se muestran en las redes sociales buscando las simpatías de los potenciales electores. Se placean, se toman fotos con ciudadanos, con el obispo, con empresarios. El que se mueve sí sale en las redes sociales y en los medios electrónicos pareciera ser la máxima en contra de la que alguna vez lanzó Fidel Velázquez respecto a que el que se mueve no sale en la foto.
Mientras tanto, los ciudadanos bien podrían preguntar, como aquel comerciante: ¿Y quién atiende…?
REBURUJOS
Higinio Martínez ya fue claro en levantar la mano. Puso sus cartas sobre la mesa y ofreció que, por su parte, no habrá divisiones en el Grupo Texcoco. ¿Veremos lo mismo de parte de Delfina Gómez y de Horacio Duarte?
Twitter: migueles2000
Comentarios: miguel.perez@estadodemexico.jornada.com.mx
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