«Todos somos optimistas, no por creer que vayamos a ser felices, sino por creer que lo hemos sido» dijo Fernando Savater en alguno de esos momentos que tiene de lucidez. Coincido con su pensamiento que es a su vez una síntesis del principio hermético de la mentalidad que dice que «El TODO es Mente; el universo es mental». Este principio de Hermes Trimegistro encierra la verdad de que «todo es mente».
Explica que el TODO, que es la realidad sustancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los nombres de «universo material», «fenómenos de la vida», «materia», «energía», etcétera, y en una palabra, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es espíritu, quien en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente. Este principio explica la verdadera naturaleza de la energía, de la fuerza y de la materia, y el cómo y el porqué todas estas están subordinadas al dominio de la mente.
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Esto quiere decir, desde una muy particular perspectiva, que si deseamos lograr tener control sobre nuestros actos primero debemos de tener claridad en nuestra mente y control sobre ese universo mental que constituimos. Ergo, necesitamos pensar y actuar. Por lo tanto, es necesario, como ciudadanos dejar la pasividad y comenzar a ser propositivos. Las ideas (ese mundo del que permanecemos huyendo casi siempre) son las únicas que nos harán construir un mejor presente y por consecuencia, tener un mejor futuro.
Pienso en esto porque en redes he observado durante la última semana, las reuniones de los candidatos a gobernar Hidalgo, quienes desde sus diversos foros y debates han comenzado a esbozar cuál es su idea de Gobierno. Sin embargo, no han señalado qué harán con sectores tan sensibles y olvidados como el cultural: ¿Qué harán con la Secretaría de Cultura?
Al respecto, es necesario apuntar el reclamo generalizado de una comunidad cultural dispersa en sus filias pero coincidente en sus necesidades: espacios, presupuesto, proyección nacional e internacional, profesionalización, desarrollo de industrias culturales, nuevas tecnologías, creación de públicos, preservación de la memoria, fomento y difusión de la lectura, arte, tradiciones y artes populares.
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Es innegable que sea quien llegue al Gobierno de Hidalgo deberá de tener una estrategia que atienda a la Cultura y sus creadores. Una verdadera política cultural que apueste por no desaparecer a la Secretaría de Cultura, si no por generarle una reingeniería que le fortalezca administrativamente, con una visión de Estado que tome lo que funciona y cambie lo que no, además de comprometerse a un plan sexenal que incremente gradualmente su presupuesto hasta llegar al 1%, tal como lo marca la UNESCO.
Y además de eso, se arriesgue a una estrategia de asociación público privada que permita a la propia Secretaría ser autosustentable para poder adaptarse a la nueva normalidad de internet y sus redes sociales, crecer en sus metas de programación cultural (publicaciones, exposiciones, conciertos), garantizando becas, apoyos y pago por sus servicios a a los creadores y apostando por una red de fortalecimiento a los festivales, fiestas patronales y tradicionales del Hidalgo que nos merecemos.
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