Campañas políticas y marketing emocional

El consumidor olvidará lo que dijiste, pero jamás olvidará lo que le has hecho sentir.  

Eric Kandel 

La política, las ideologías, pero sobre todo las campañas han dado un giro notorio, el cual no solo debe ser atribuido a la crisis derivada por la pandemia COVID-19, ya que desde el 2008 y probablemente como máximo referente a esta nueva forma de acercarse al electorado tenemos la candidatura de Barack Obama, quien se convirtió en un “producto” y se comercializó a través de canciones, libros, portadas de revistas y eventos sociales, aunque las redes sociales y la web jugaron un papel decisivo en su ascenso como presidente de los Estados Unidos. 

Hasta hace poco más de quince o veinte años, el voto estaba condicionado a la cantidad de playeras, gorras y lapiceros que se entregaran, al volumen de despensas que se repartieran o a alguna cifra económica fijada, sin embargo, en un mundo que comienza a ser dominado por los millenialls y centenialls, el juego político ha debido actualizarse, y hoy las emociones desempeñan un papel clave a la hora de marcar con una equis la boleta electoral.  

¿Qué tan importante se ha vuelto el marketing emocional en este tablero de campañas políticas? y ¿Son realmente significativas las emociones a la hora de elegir? Comercializar un producto se ha convertido en el proceso de vender una idea, lo que ha su vez se traduce en descubrir una forma eficaz de comunicarla resolviendo el ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo? y a ¿quién?; y aunque en texto suene sencillo, implica todo un proceso extenso y complejo que comienza casi siempre con una percepción o un sentimiento. 

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De acuerdo al artículo Marketing emocional: el secreto para conectar con tus clientes publicado por HubSpot dentro de las características principales se encuentran: 1) Apelar a una emoción, 2) Generar contenido compatible, 3) Fidelizar a los clientes, 4) Inspirar y 5) Conectar. 

Sin embargo, lo que no hay que perder de vista es que actualmente las campañas políticas no solo deben analizar el perfile, psicología y capacidad del candidato, con la finalidad de desarrollar programas personalizados, sino que además debe dejar de lado el clientelismo para enfocarse en el voto por amor, por enfado, enojo o esperanza. 

No olvidemos que “el amor mueve montañas” es así que este sentimiento dirigido hacia un proyecto o a un líder, se puede convertir en un eje central para impulsar una candidatura, pero debemos reconocer que en política muy pocas veces se ama, por contrario es quizá el resentimiento (desafortunadamente) el que motiva a cambiar los paradigmas. 

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Desde hace dos años en nuestro país el fenómeno fosfo fosfo se ha convertido en un caso digno de análisis, la capacidad para usar las redes sociales, la buena segmentación de mercado, la facilidad de comunicación, el discurso claro y pausado, pero sobre todo el carisma, se unieron para darle la victoria a Samuel García, aunque no podemos eliminar de la ecuación a su esposa Mariana Rodríguez, quien con una frescura y audacia poco vistas hasta ahora le dio un giro de 180° a lo que considerábamos en México como community manager

Hoy un candidato debe buscar expertos que propongan estrategias concisas, debe convertirse en el centro emocional de la campaña, en un excelente comunicador que transmita vitalidad, que sea expresivo (sin ser fingido), es decir, en un idealista con una enorme avidez de cambio, pero sobre todo, un líder que invite y desencadene la participación para construir un gobierno dispuesto a actuar e integrar cada uno de los elementos sociales e individuales que se creían olvidados. 

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.  

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