“Es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Nunca pueden ser consideradas un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema.”
Papa Francisco
Desde hace poco más de 20 años comenzó a ser evidente la urgencia de tomar acciones que minimizaran problemáticas crecientes que incluyen la eliminación de la pobreza, el combate al cambio climático, el trabajo por la educación, una mejora en la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de ciudades mucho más sostenibles; entre otros.
Es así que la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) partió teniendo como antecedente la firma de la Declaración del Milenio y la Aprobación del Acuerdo de París en diciembre de 2015, siendo éstos algunos de los más significativos; hasta que en enero de este mismo año entró en vigor la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual contempla 17 propósitos, 169 metas y 231 indicadores.
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Los ODS, como se les conoce alrededor del mundo son: universales, transformadores, y civilizatorios; buscan dejar atrás viejos paradigmas en los cuales unos países donan mientras otros reciben ayuda condicionada. Esta agenda busca también expresar el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y construir una verdadera alianza
Su cumplimiento requiere la colaboración de gobiernos, el sector privado, y la sociedad civil; desafortunadamente, pese al trabajo y compromiso, hace poco más de un mes, durante la quinta reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, que es convocada anualmente por la Comisión Económica de la ONU; la Vicepresidenta, Amina Mohamed, declaró que en esta región no nos encontramos en camino de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, ya que tiene grandes desafíos estructurales, como son las desigualdades extremas, la baja productividad, el alto nivel de endeudamiento, el desempleo y la alta informalidad, que se han profundizado con graves consecuencias para las mujeres, los jóvenes y las poblaciones más vulnerables del continente, entre ellas las indígenas, las afrodescendientes, los migrantes y los refugiados. Esto aunado a los fuertes impactos del cambio climático en la región.
Si hacemos un recuento de los ODS, es probable que ninguno haya continuado con el camino esperado, se han perdido ingresos y empleos; la producción y distribución de alimentos se ha visto disminuidas; el cierre de escuelas ha impulsado la enseñanza online la cual no es accesible para todos; los niveles de violencia de género han aumentado y los reducidos beneficios económicos ganados hasta el momento para las mujeres se ven en peligro; solo por mencionar algunos.
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Pese a los retrocesos que se han sufrido a raíz de la crisis originada por el virus SARS-CoV-2, la esperanza es lo que muere al último, por lo que se mencionaron cinco prioridades de acción a impulsar: 1) Aumentar la resiliencia contra la pandemia, 2) Aumentar y acelerar las inversiones en la protección de las personas y los ecosistemas en la primera línea de la crisis climática, 3) Incrementar las transiciones justas en la conectividad digital, la energía y los sistemas alimentarios, 4) Reinventar el futuro de la educación tras recuperarse de las enormes pérdidas de aprendizaje de la pandemia y, finalmente 5) Acelerar la igualdad de género y la transformación económica.
En un mundo con tal celeridad donde a veces lo urgente está por encima de lo verdaderamente importante es necesario que confiemos en cada uno de nosotros y que busquemos recuperarnos de forma resiliente y establecer sociedades centradas en el bienestar y el crecimiento social, porque hoy más que nunca enfrentarnos a las crisis debe ser un esfuerzo de todos.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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