¿Se relaciona la felicidad con el aprendizaje?

Cuando vemos a un alumno cruzar la puerta de la escuela, entenderíamos que su única misión es estudiar y ser proveído de lo necesario por sus padres, pero no siempre es así, hay quienes libran tormentosas batallas para poder llegar a un salón de clases y el aula representa el único lugar seguro y feliz para ellos.  

Todas las mañanas disfruto observar el desfile de alumnos por las arterias de su alma máter para llegar a los salones, en sus rostros hay expresiones de todo, recordándome que, entre los objetivos de cada día, está lograr un ambiente de felicidad para ellos.    

Hablar de la felicidad debiera ser más fácil de lo que pensamos, en sus múltiples conceptos se concibe como un estado de ánimo, una emoción o una condición que se asocia con la plenitud de gozar algo que se desea, y como es un término tan particular, la felicidad difiere abismalmente de persona a persona. 

Precisamente mañana es el Día Internacional de la Felicidad, cada 20 de marzo se celebra esta fecha como reconocimiento al importante papel que ésta desempeña en nuestras vidas, incluso hay estudios que rankean la felicidad de los países con indicadores económicos, de salud, educación, nivel de vida, gobernanza, uso del tiempo, cultura, bienestar psicológico, expectativa de vida sana, libertad y ausencia de corrupción, entre los más comunes. 

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La felicidad siempre será objeto de numerosos estudios, desde luego que está ligada estrechamente con el aprendizaje significativo, la felicidad depende de múltiples factores como hábitos y creencias que son modificables y, por lo tanto, se pueden enseñar, en pocas palabras, los niños pueden aprender a construir su felicidad, tal como aprenden a sumar o a dibujar. 

El salón de clases debe ser siempre un lugar feliz para el estudiante, el ambiente de felicidad dentro del aula es determinante para que el alumno cumpla con el objetivo de aprendizaje pero que, además, obtenga desarrollo personal.  

Si hablamos de felicidad y educación es obligatorio voltear a ver a Finlandia, una nación que encontró la clave del éxito precisamente en la educación y que considera en los principios ontológicos de su modelo a la felicidad del estudiante como un fin; otro ejemplo es la prestigiosa Universidad de Harvard que imparte desde 2006 la Cátedra de la Felicidad, ahora replicada por muchos países; y así podemos aludir a muchas entidades más que se ocupan por incluir este enfoque dentro de sus programas educativos, hacia allá deberíamos caminar todas las naciones.   

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La felicidad está ligada estrechamente con el aprendizaje, el hecho de que el estudiante esté cómodo y a gusto dentro de un ambiente áulico, depende en gran medida del docente, también de los factores de entorno de la escuela, un alumno feliz tiene más ganas, está más despierto al conocimiento, más activo y permite una mejor relación con sus compañeros. 

La felicidad se manifiesta cuando el alumno piensa en forma optimista, tiene metas claras, es resiliente, agradecido, se siente orgulloso de sus logros, es más independiente, confía en sí mismo, es más participativo y competitivo. 

En tiempos de pandemia la felicidad se ha visto aplastada y se nota en el aula, los programas de atención compensatoria tuvieron que reforzarse y es que, en definitiva, un alumno que no está pleno emocionalmente, tampoco está receptivo al conocimiento, en su cabeza hay prioridades por atender y el aprendizaje no ocupa los primeros lugares.  

La felicidad es una aspiración universal que está en cada uno de nosotros y depende de cada quien encontrarla, la felicidad del estudiante debe ser siempre una prioridad en el aula.  


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