El Programa Escuelas de Tiempo Completo (PETC) comenzó su operación en el año escolar 2007-2008 con el nombre de Programa Nacional de Horario Extendido en Primaria. El Programa se estructuró con los objetivos de: mejorar las oportunidades de aprendizaje; incrementar la retención de la población estudiantil en la educación básica; proveer espacios para el desarrollo de las artes, la tecnología y el deporte mediante el incremento del tiempo de instrucción de cuatro y media a ocho horas para consolidar los aprendizajes de español, escritura, expresión oral, pensamiento matemático científico y crítico; además del aprendizaje de una segunda lengua.
Según el Coneval en su última evaluación del ciclo 2017-2018, en términos del logro educativo, “los resultados exploratorios de impacto en primaria muestran una reducción promedio de 0.17 y 0.50 puntos porcentuales en las tasas de repetición escolar y rezago educativo, respectivamente. Si bien los resultados apuntan a un incremento del impacto en presencia del servicio de alimentación, es en las escuelas con altos niveles de marginación donde los efectos se potencian significativamente, toda vez que estas registran una reducción promedio de la repetición y el rezago educativo de 0.98 y 2.6 puntos porcentuales, respectivamente”.
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El estudio también afirma que “en el caso de la educación secundaria, en general se identifican efectos distintos a los encontrados en el nivel de primaria, e incluso contrapuestos en algunos aspectos. Por un lado, se detectaron disminuciones significativas y consistentes en la tasa de rezago educativo (0.78 puntos porcentuales, en promedio) en todas las escuelas, y por el otro, no se hallaron efectos concluyentes y robustos acerca de las tasas de abandono y repetición”.
Con esta información, si alguien pregunta sobre la efectividad del programa, es evidente que, en los términos de evaluación de impacto el Programa funciona pero no a la perfección. Además, existen aspectos en su funcionamiento que hacen que tenga problemas conocidos y sufridos, principalmente por las comunidades educativas: retraso en la dispersión de recursos, opacidad en el manejo del dinero en las comunidades educativas que preparan la comida, alimentación deficiente en algunos casos, desvío de recursos, etcétera.
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Empero, está comprobado que la mejor inversión de un gobierno es la educación y que todas las políticas son perfectibles. Por eso, sobre la base de la experiencia, la solución a las Escuelas de Tiempo Completo no está en el señalamiento del problema, como lo han hecho los “líderes de padres de familia” que únicamente buscan reflectores que los perpetúen en sus eternos cargos. La solución está en la reestructuración, planeación y programación del presupuesto requerido; en la creación de una partida que solucione el problema de raíz, desde el Presupuesto Federal y el Presupuesto Estatal. La solución está en la concurrencia de recursos y el compromiso de las comunidades educativas. En un sentido estricto, el paso inmediato para que las Escuelas de Tiempo Completo sobrevivan, será esperar a que la SEP y las Autoridades Educativas Locales trabajen en conjunto para mejorar lo que tiene que mejorarse y adaptar los objetivos del programa a la nueva normalidad.
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