La diplomacia en su concepción más simple es la cortesía aparente o interesada que puede mostrar alguien frente a sus pares utilizando incluso dotes de habilidad, sagacidad y disimulo. Pero en las relaciones internacionales la diplomacia va más allá de eso. Hay un conjunto de procedimientos que regulan las relaciones en los Estados. En ocasiones cuando estos procedimientos se trastocan o no se cumplen por una de las partes surgen los conflictos que llevan justamente a las crisis diplomáticas internacionales. El mundo siempre ha estado inmerso en conflictos de este tipo, algunos de ellos que ponen en tensión a toda la humanidad. En estos momentos el estira y afloja entre Estados Unidos y Rusia por una presunta y potencial invasión militar que preparan los rusos en territorio ucraniano tiene a los diplomáticos trabajando horas extras para evitar que ese conflicto crezca.
A nivel local no hemos estado exentos de estos episodios. Quizá uno de los más frescos en la memoria de la mayoría fue el que surgió en marzo de 2002 con el famoso “comes y te vas” que le endilgó Vicente Fox a Fidel Castro, ex presidente de Cuba, cuando lo intentaba convencer de que se retirara de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, celebrada ese año en Monterrey, Nuevo León, para que el isleño no coincidiera con el también entonces presidente de Estados Unidos, George Bush. La relación diplomática entre ambas naciones quedó dañada evidentemente tras ese conflicto.
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En el actual sexenio México también ha tenido diferencias con otras naciones. Con Estados Unidos es común que se presenten conflictos para empezar por la vecindad de frontera, aunque a lo largo de la historia ha habido la suficiente madurez diplomática de ambas naciones para entenderse y salvar esos diferendos. No obstante, la diplomacia mexicana ha tenido que trabajar horas extras con naciones con las que hace mucho no se tenía encontronazos: España, por ejemplo, nación a la que el presidente López Obrador ha pedido por la vía epistolar una disculpa pública por los daños sufridos por nuestros antepasados durante la conquista. La reiterada petición llevó incluso al gobierno español a negar en un principio su beneplácito para que Quirino Ordaz sea nuestro embajador en esa nación ibérica.
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En los últimos días, todo indica que se volvieron a olvidar los protocolos de la diplomacia cuando México hizo públicos los nombramientos de nuevos representantes ante diferentes naciones, incluida Panamá. La designación del académico Pedro Salmerón, señalado de presunto acoso sexual, no fue bien recibida por esa nación centroamericana, lo que provocó la molestia del Ejecutivo mexicano quien públicamente descalificó a la canciller panameña tildándola de “santa inquisición”. En consecuencia, el presidente de Panamá salió en defensa de su funcionaria y calificó de “infantil” a su homólogo mexicano. Es decir, entre México y Panamá surgió un conflicto diplomático que podría haberse evitado de haberse recurrido a la ortodoxia internacional. Y en lo que parece un revire del “tengan para que aprendan”, ahora se propuso a la ex senadora Laura María de Jesús Rodríguez Ramírez, mejor conocida como Jesusa Rodríguez, quien tiene dotes extraordinarios para la actuación, pero muy pocas por no decir nada en la diplomacia.
En medio de estos conflictos queda el canciller Marcelo Ebrard, quien justo en el papel que desempeña, tiene que cerrar las heridas que se han abierto con otras naciones a lo largo de estos años, pero obvio, sin causar la molestia de su jefe.
Twitter: migueles2000
Comentarios: miguel.perez@hidalgo.com.mx
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