A los 88 años, el pasado viernes 21, falleció en Huichapan, Adolfo Lugo Verduzco, quien fuera presidente nacional del PRI y gobernador de Hidalgo.
El mandatario Omar Fayad expresó su pesar por el deceso. También Manlio Fabio Beltrones, y el senador Miguel Osorio Chong, quien citó: “hombre ejemplar de nuestro estado”.
Dos años atrás murió quien fuera su esposa, Alejandra Mora, activa presidenta en el sexenio del DIF.
Varios miembros de la familia fueron gobernadores hidalguenses: Bartolomé Vargas Lugo, Javier Rojo Gómez, José Lugo Guerrero, Jorge Rojo Lugo y Humberto Lugo Gil. Se les identificó como distinguidos integrantes del Grupo Huichapan.
Don Adolfo, nació en Huichapan el 3 de marzo de 1933.
Egresó de la UNAM como licenciado en Derecho y posteriormente cursó maestría en el Instituto de Ciencias Sociales de La Haya (Países Bajos) y una especialidad en la Écola nationale d’administration en Francia.
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Estuvo al frente del Ejecutivo en Hidalgo del uno de abril de 1987 al 31 de marzo de 1993.
Identificada su cercanía con el entonces Presidente, Miguel de la Madrid, se le aludió como posible sucesor.
Empero, no fue nominado.
Cuando el PRI lo designó candidato a la gubernatura, el diario El Sol de Hidalgo publicó una edición especial vespertina, la última de este tipo en el rotativo.
Tuve dos contactos directos que prevalecen en la ya agotada memoria.
Un sábado, poquito después de mediodía, vía telefónica.
Me comentó que se había decidido construir un nuevo estadio de futbol en Pachuca. Ese día habían realizado un recorrido por el terreno.
Información que apareció destacada. Al nuevo coso se le llamó Estado Hidalgo y se inauguró el 14 de febrero de 1993 con un juego Tuzos contra Pumas, el cual ganaron los universitarios 2 a 0.
El otro, inesperada visita a El Sol.
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Platicó con el director, don Fausto Marín Tamayo, quien me instruyó para una entrevista.
Nos quedamos los dos en un despacho poco amplio. Él rompió el silencio, instándome a no abordar temas políticos. Pensé: ¿Y ahora?
Entonces, le pregunté, muy al azar, si era cierto que había jugado futbol profesional con Necaxa. Sonrío. Se acomodó en el sillón. El pantalón guardaba la raya de cuidadoso planchado.
“No, respondió, fui parte del América. Era mi club. Estuve algún tiempo. Participé en torneos en el extranjero, hasta que…
“…en casa me dijeron: ¿futbol o carrera de Derecho? Ya entenderá por lo que opté”.
Faltaba más para darle forma a la nota, y toqué el tema de la llamada fiesta taurina.
Eran tiempos en que los domingos se televisaban las corridas. Los cronistas eran José Alameda y Paco Malgesto –Francisco Rubiales-.
Me dio cátedra de los toreros entonces en boga. Mexicanos y españoles.
Al terminar, otra sonrisa al calce, me preguntó: “¿algún otro punto?”.
Imprescindible epílogo: el profesor Hernán Mercado y P., quien fungió con él como secretario de Gobierno.
Me comentó alguna vez, de su relación con el gobernador:
“Los acuerdos en su despacho son concretos, sin animosidades. Escucha y al responder las instrucciones son precisas. Muchas han parecido charlas de dos buenos camaradas. Pero sin engaños, es el gobernador y por siempre mi reconocimiento como ser intensamente humano y político que satisface sinceros propósitos de servir”.
Así se detalló y por eso al conocer de su deceso, me embargó inefable tristeza. Caballeros como don Adolfo merecen plena consideración.
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