Aunque las reformas y creación de leyes y políticas públicas son importantes para generar condiciones para el respeto de los derechos humanos; esto no garantiza su ejercicio.
Hay una amplia discusión sobre cómo lograr cambios sociales y culturales pero nadie tiene la respuesta correcta. Lo cierto es que requieren de paciencia, constancia y mucha crítica (autocrítica) para llegar a ello.
Hace 6 meses celebramos la despenalización del aborto hasta la semana 12.6 de gestación. Un acto trascendente para continuar con la lucha por la autonomía sexual y reproductiva. Es absurdo creer que con esta reforma se terminó la chamba.
Necesitamos eliminar los prejuicios y estigmas que existen tanto en el movimiento abortista, el estado y la sociedad.
Lejos de los debates sobre si es un delito o un derecho, abortar es un hecho en la vida reproductiva de las mujeres y personas con capacidad de gestar.
Se aborta por múltiples razones y ninguna es de nuestra incumbencia. Se aborta en cualquier momento del embarazo. A veces es un proceso liberador, a veces la culpa y el miedo persisten. Se aborta en casa o en hospital.
Pero quien sea que pase por un aborto, no debería cargar con el temor de un estado y una sociedad que juzga y criminalizar. Debería de hacerlo con la libertad de ejercer un derecho. Así que el camino nos lleva a seguir luchando porque un día el aborto no sea más un delito.
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