Ciberespacio: lugar cada vez más constante para la trata de mujeres y niñas

“Rompe el silencio. Cuando seas testigo de la violencia contra las mujeres no te quedes de brazos cruzados. Actúa.”

Ban Ki Moon

Simón Vargas Aguilar

De acuerdo con la definición de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la trata de personas se entiende como: el traslado de seres humanos de un lugar a otro dentro de las fronteras de un mismo país o hacia el exterior con fines de explotación, en su mayoría sexual, laboral o en la mendicidad.

De igual forma, esta misma institución asegura que alrededor del 66% de las víctimas de trata de personas identificadas en países de América Latina son mujeres y 13% niñas. Desafortunadamente, las leyes y políticas internacionales no han mermado el tráfico de mujeres, sobre todo si al igual que la tecnología este delito se ha reinventado, extendiéndose a medios como plataformas digitales, redes sociales, y aplicaciones de mensajería.

Y es que el periodo de confinamiento al que se instó para contener los brotes ocasionados por el virus SARS-CoV-2 ha impulsado que el ciberespacio se convierta en un lugar peligroso para las mujeres y niñas; incluso el pasado 11 de noviembre el Comité para la Eliminación de la Discriminación de la Mujer, órgano de expertos independientes que supervisa la aplicación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, reconoció que ya que los traficantes no pueden llegar hasta sus posibles presas con sus métodos tradicionales que implican un contacto más directo y personal, han comenzado a aprovechar este medio para incrementar alarmantemente la trata.

Internet ahora no solo es una herramienta para el trabajo o la adquisición de conocimiento, sino que, este terrible delito ha migrado de las calles a lo digital, buscando sacar provecho de la intimidad y del cuerpo de las mujeres. Enamorarlas en redes sociales u ofrecerles falsas ofertas laborales se han traducido en modos operandi para incitarlas a abandonar su casa y moverse a otros lugares donde después son explotadas sexualmente.

A esto hay que anexar el ‘ciberacoso’ o la ‘sextorsión’ donde las amenazas con distribuir o lucrar con fotos y vídeos generan ansiedad y terror psicológico en cada una de las víctimas, quienes en muchas ocasiones con tal de evitar dicha difusión ceden ante los chantajes. Cabe mencionar que con respecto a estos temas los datos oficiales y las investigaciones aún son escasas lo que hace sumamente difícil su prevención, atención y denuncia.

Para reducir un poco esta brecha, nuestro país recientemente aprobó en 25 estados la Ley Olimpia la cual castigará con cárcel los actos como: la porno-venganza, la violación a la intimidad sexual, el acoso sexual digital, el robo de material sexual, y el acoso sexual en el transporte público, entre otros; pero sobre todo, uno de los rubros más importantes de esta reforma es que se incluyó por primera vez el término: violencia digital, es decir aquella ejercida a través de correo electrónico, redes sociales o en general de internet.

A pesar de estos esfuerzos hay que reconocer que aún la situación para las niñas y mujeres es complicada; el trabajo y compromiso no depende solamente de ellas por contrario, es una responsabilidad de todos, y como hombres debemos entender que somos parte del problema y paradójicamente una de las piezas fundamentales para la solución.


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