Una de las cantinas más icónicas de Pachuca es, sin duda, el Salón Pachuca. Ubicada a un costado del arco de San José Clemente y a unos metros del Mercado Benito Juárez, este refugio cuenta ya con 108 años de tradición.
Mateo Martínez Rubio, cantinero, cuenta que su familia lo administra desde hace 28 años.
“Mi mamá, mi papá, mis hermanos y mis sobrinos estamos aquí, es un negocio familiar. Aquí todo el que viene es familia”,
dijo.
En un principio, el Salón Pachuca pertenecía al difunto Pajarito, aunque antes se llamaba El Salón de Diana.
“Ahí lo tuvo Ramón González, el Bigotón, en paz descanse. También Mario Juárez y el licenciado Cossío”, comentó don Mateo, originario del pachuqueño barrio de La Malinche, mientras elabora una de sus famosas micheladas.
“Yo desde pequeño, en la escuela Francisco I. Madero, iba a la escuela, veía el bar y siempre me gustó”.
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Cuenta que su papá tenía un bar en la calle Cuauhtémoc, el famoso bar La Reforma, aunque se inició en el bar La Brisa y posteriormente laboró en La Central.
La michelada es la especialidad de la casa, igualmente los llamados bulles (ron blanco, hielo, limón, jarabe, hierbabuena, acompañado de cerveza y coronado con ron añejo), así como las quemaditas (mezcla a base de ron blanco, hielo, agua mineral, limón y un toque de refresco de cola).
“Vienen a celebrar de todo con nosotros, desde el nacimiento de un hijo hasta la muerte de un amigo. Parejas, familias enteras, reunión de carnales. También, claro, atendemos y cuidamos al que sufre una resaca por la noche anterior”.
A diario elaboran botana. En Semana Santa preparan alimentos con flor de garambullo, gualumbos, flor de madroño. Asimismo, elaboran tortitas de gualumbos, tortitas de lengua de pajarito, “así como de los famosos caminantes, de esos que se dan en el cerro, en chilito pasilla o mora”.
“Aquí está tranquilo, nunca hemos tenido una situación fuerte entre clientes. Igualmente, tenemos nuestro protocolo sanitario, usamos gel sanitizante, toma de temperatura, seguimos el horario marcado por la presidencia municipal”.
La barra tiene el mismo tiempo que el bar, 108 años, es la original. Fue traída de Inglaterra y se puede apreciar la corona inglesa en la parte superior.
Su hermano, Marín; su hijo, Mateo; Daniela, su sobrina, así como Axel, su sobrino, acompañan al señor Mateo en el trajín diario de cuidar este búnker “para pobres y ricos”.
Mateo Martínez elabora los alimentos, aunque cuenta que sus padres le ayudan en ocasiones especiales cuando hay un pedido de un guisado en particular.
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Comenta que la pandemia los afectó y que también fue infectado por el virus.
“La pandemia nos impactó muchísimo. Muchos negocios cerraron, imagínese, pagar renta, la comida del diario. Nosotros vendimos comida en el mercado para poder subsistir, ofrecíamos tacos y tortas”.
Por la misma situación pandémica, además del miedo que muestra la gente, trabajan a un 30 por ciento, según cálculos del señor Mateo.
“Hay clientes del Salón Pachuca que me marcan para visitarnos, pero al final no vienen, tienen miedo de la pandemia, no se acercan.
“Tenemos clientes de hace muchísimos años, desde la época de mi papá. Siguen viniendo, nos siguen frecuentando, nos tienen confianza. Aún mi padre me da consejos para mejorar, como tratar muy bien a la clientela y no llevarse pesado con la gente, todo siempre con mucho respeto”.
En horario de 12 del día a 9 de la noche, de lunes a sábado, ubicados en la calle Venustiano Carranza #408, colonia Centro, el señor Mateo no duda en invitar a la población en general a recorrer los negocios y cuidar las pocas cantinas que quedan en el centro, aunque, también afirma que “este negocio es muy bonito, pero es muy sufrido también, porque hay veces que da y otras que de plano no le da”.
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