Hoy es el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, establecido por las Organización de las Naciones Unidas. Las recientes noticias de la variante Ómicron y su vertiginoso avance, nos acercan a otra posible crisis sanitaria, continuación de la que nos afecta hace ya dos años.
Se impone adelantar un reconocimiento a las mujeres y hombres que con actitudes personales y en cumplimiento de sus obligaciones institucionales sobrellevaron esta etapa dolorosa de repercusiones aún por determinarse con exactitud. Especialmente a quienes en los centros hospitalarios arriesgaron su propia salud y en no pocos casos dejaron la vida en la lucha para salvar otras.
Advierten este año las Naciones Unidas, que se debe mejorar la prevención de las epidemias y para ello aplicar la experiencia adquirida sobre su gestión y prevenir la interrupción de los servicios básicos, aumentar la preparación de respuesta inmediata y apropiada a las que puedan surgir. Considera crucial las responsabilidades de los gobiernos e importantes la cooperación internacional y el multilateralismo.
Su secretario general llama a dar la importancia, la atención y las inversiones que la cuestión merece.
En coincidencia con la citada conmemoración, circula un oportuno y bien documentado libro de la política y periodista mexicana Socorro Díaz (La pandemia en una crónica, Siglo XXI editores.) que arranca su narración en marzo de 2020, y cuyo propósito –dice la autora- es dejar registro de los hechos vividos, así sea de manera parcial e insuficiente.
De entre sus veintisiete breves apartados es posible obtener datos, referencias, decisiones, yerros, actitudes, que pasan por temas como las vacunas, el sistema de salud, globalización, democracia y efectos electorales, derechos humanos, hambre y cambio climático.
A tono con la conmemoración de hoy, comparto cuatro aseveraciones de la colimense:
Los días fueron pasando. La emergencia se convirtió en una forma cotidiana de existencia. Su impacto en los hábitos de vida, la salud, la enseñanza, los sistemas educativos, la convivencia social, las instituciones políticas defectuosamente democráticas –pero democráticas al fin- y la actividad económica ha constituido una realidad multifactorial.
…es claro que el coronavirus enferma y mata más, a lo largo y ancho del planeta, a los más pobres, desnutridos, ajenos a los servicios públicos y de salud, a los que se ven obligados por la carencia de ingresos y de empleo a salir, usar el transporte público, alternar con desconocidos y buscar en la calle algún ingreso, lícito o ilícito.
El impacto que la pandemia ha tenido en México acentuó las desigualdades sociales, regresó a la pobreza extrema a millones de mexicanos y elevó las tasas de desempleo, igual que ocurrió en la mayor parte de los países del mundo, pobres y ricos.
Es tiempo de reconocer la tremenda realidad que enfrentamos como especie. También es tiempo de repensar el presente y replantear un horizonte con esperanza para el futuro inmediato y mediato.
El futuro nos alcanzó antes de lo esperado. Lo confirmó el Ómicron. Volvemos a estar como al principio, pero en condiciones más favorables en la medida que hayamos aprendido la primera lección y afrontemos con humildad, inteligencia y sensatez la segunda. Para lograrlo tenemos que desarrollar rápidamente la memoria de lo acontecido, como sugiere Laura Spinney en su libro sobre la “gripa española” que cambió el siglo XX. (El jinete pálido, Crítica, Barcelona 2018.)
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