Hace unos días abrió nuevamente sus puertas “El Portón de Rosita”, lugar que vio nacer en 1948 el antojito típico de Tulancingo, el guajolote, ubicado en la calle Libertad de la colonia Centro.
Después de que hace tres meses se demoliera la fachada y cambiaran las paredes de adobe, Isabel Acíbar Alvarado sigue con el trabajo que le heredó su madre Rosa Alvarado Valladares, quien elaboró el primer guajolote en Tulancingo.
“Me sentí rara, me hacía falta el agujero donde me heredó mi mamá. Pero aquí estoy y está mi madre conmigo. Pobrecita no la dejo descansar. Le digo de todos modos aquí vas a estar conmigo”.
“Los clientes nos extrañaron porque no vieron donde estábamos mientras arreglaban. Pero ya regresamos a donde mismo, les digo. Se ve muy bonito, pero sentí feo que demolieran, fueron muchos sentimientos”, expresó la señora Isabel hasta llegar a las lágrimas.
“Mi mamá arreglaba las teleras con unas enchiladas adentro para los niños. Un 24 de diciembre llegaron unos ingenieros a cenar y mi mamá les preparó como a los niños, pero les puso un huevo hervido para que estuviera más rico, le dijeron ¡no señora esto no es pavo, es un guajolote, está sencillo!”.
La señora Acíbar Alvarado explicó que, de esa manera, en “El Portón de Rosita” surgió el nombre del antojito típico del Valle de Tulancingo. “Este lugar es bendecido por ella. Estoy orgullosa de mi mamá que me dejó este trabajo, decía <tú tienes mi estrella>”.
Infinidad de recuerdos en papel enmarcan la remodelación, momentos en las ferias con ex presidentes municipales, la visita de El Mastuerzo al negocio familiar, sin faltar la imagen de doña Rosita, “pienso que a ella le daría gusto ver que ya tengo mucho reconocimiento”.
Este año sin Festival del Guajolote
La placa de “Pueblos con Sabor” distingue a “El Portón de Rosita”, uno de los tantos negocios que reciente las bajas ventas y la cancelación de las ferias temáticas en Tulancingo debido a la pandemia del Covid 19.
“Ahorita vamos a empezar a recuperarnos, pero sí está muy baja la venta porque pues además no hemos tenido eventos. Nosotros vendíamos en el carnaval de Pachuca, en la feria, ahí nos iba muy bien”.
Pero la mejor época del año para este negocio familiar, con 72 años de existencia, es la venta de guajolotes en la Feria de Los Angelitos de Tulancingo el 2 de agosto, más que cualquier evento o días de diciembre en el negocio.
“Las señoras me dicen <usted que es la primera del guajolote, luche para que nos pongan la feria del guajolote>, y es verdad que necesitamos para comer, pero está la enfermedad, está primero nuestra salud”.
Desde 2015 la administración municipal realizaba el festival del guajolote en el Jardín La Floresta del centro de Tulancingo, pero este año fue la excepción, debido a la pandemia del coronavirus.
“Lo que diga el gobierno, no nosotros, qué bueno que nos dejaran hacer todos los eventos. La feria del guajolote atrae un montonal de gente. Estaría bien que la hicieran en diciembre, la pueden recorrer, que todos cumplan con el cubrebocas, no traer a los niños, que se vayan a comer su guajolote al jardín, alejados de mucha gente”.
Isabel recordó emocionada que son más de 40 negocios que participan en La Feria del Guajolote, “todas venden, no ves una señora sentada sin hacer guajolotes, yo tengo bastantes, se esperan hasta que les toque, son muy fieles conmigo”.
No vivir con miedo al Covid, pero sí cuidarse
Isabel Alcíbar Alvarado cumple la próxima semana 76 años de edad, “si es que Dios me deja, porque de momento la gente se muere, no me da miedo la pandemia, mientras más miedo tengas más te llega la enfermedad, pero sí me cuido”.
La reconocida vendedora de guajolotes en Tulancingo lamentó la pérdida de algunos de sus clientes a causa del Covid-19. “Ha muerto gente conocida de nosotros, en especial recuerdo un cliente que nos hacía reír mucho a todos”.
Evocó que su padre, de oficio zapatero y chofer de los primeros carros de sitio en Tulancingo, en aquellos tiempos enfermó de viruela negra, “mis padres también pasaron por muchas cosas que les tocó vivir, pero enfrentaban la vida”.
“Le aconsejaría a la gente que se cuide mucho, yo acostumbro tomarme un vaso de agua tibia con jugo de limón, también un té de manzanilla o de orégano, por eso creo que estoy sana”, dijo.
La pandemia hizo que también “El Portón de Rosita” renovara no solo el espacio, aunque la propietaria se resista al uso del teléfono celular y la tecnología, sus hijas tienen una página en Facebook para ofertar el antojito más típico de Tulancingo y la ubicación del negocio.
“En la cuarentena la mayoría pedía para llevar los guajolotes para que no estuviera lleno aquí, también la gente ya se acostumbró y nos llaman por teléfono, de alguna manera ya nos conocen y se adaptan”.
Expandir el negocio de los guajolotes en Pachuca
La idea de Isabel Alcíbar Alvarado es expandir “El Portón de Rosita” en la capital hidalguense.
“Aquí vienen muchas personas de Pachuca a comer los guajolotes, y queremos tener un local allá. Hasta la gente de gobierno me dicen que nos comprarían mucho, sin duda creo que nos puede ir bien”.
“A veces la gente me pide una guajolota, yo les digo no, yo no vendo tortas con tamal, esas son las guajolotas de México. Yo vendo puro macho, les digo”, expresó con una carcajada.
Isabel destacó orgullosa que sus guajolotes son degustados por un grupo de basquetbolistas, porque su nieta es jugadora nacional.
Por ese motivo, exhortó a que el nuevo gobierno municipal promueva la gastronomía de Tulancingo en todo el país.
“El otro día unas personas de Aguascalientes me pidieron mil guajolotes, que iban a tener una pachanga, ese día no salí a atender el negocio, y me ayudaron mis hijas para poder cumplir con el pedido”.
Refirió que el apoyo familiar es parte importante para sacar a flote el negocio de los guajolotes. “Porque todas mis hijas me ayudan, vienen y no me dejan sola cuando hay eventos o en el local”.
La herencia que le dejó su madre es la sazón
La sazón para elaborar la salsa verde que llevan las enchiladas en el tradicional guajolote es la herencia que le dejó su madre a la señora Isabel Alcíbar Alvarado.
“Me dice un cliente <su salsa está bien rica, ya la hizo mi esposa, yo le enseñe cómo desde que se molió, y no le queda>.
Y de manera gentil contesta a los comensales que “sabe qué le falta a la salsa, mis manos, porque mis manos tienen la sazón, la salsa es igual que la que preparaba mi madre Rosita”.
Precisó que originalmente el guajolote se preparaba con huevo hervido, ahora el cliente pide de salchicha, tocino, tinga, o más de dos ingredientes. “Aunque ya son como tortas de tanto que le echan, aquí hasta la fecha se vende más de huevo hervido, pero sí piden el especial”.
En relación al precio del guajolote que se degusta generalmente por las noches en “El Portón de Rosita” aseguró que no incrementará, pese al alza en el costo de los ingredientes.
“La gente apenas tiene para comer y siquiera que coman un antojito, no subiré hasta que pase todo esto. Ha subido todo, el gas, los chiles, tomates, compramos la cebolla a 30 pesos el kilo, ¡cuándo se ha visto eso! Ahorita con 20 pesos te compras un guajolote, costaban 1 peso cuando vendía mi mamá”.
“Lo que me queda es agradecer, apenas alcanza para comer, para invertir, y bueno todavía Dios me da para comer”.
El mensaje de Isabel Alcíbar Alvarado es que “vengan a Tulancingo con todas las medidas de higiene, que estamos todavía aquí, que vengan al local de donde salió la raíz del guajolote, que sigue siendo “El Portón de Rosita”, desde las siete de la noche ya estamos aquí”.
¡Todos los días trabajamos, solo en mi cumpleaños no abrimos!, concluyó sonriente.
Por: Nathali González.
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