Hablar del miedo es hablar de ser valiente, se necesita mucho valor para hacerle frente a nuestros miedos más profundos, y casi todas y todos los tenemos o los experimentamos alguna vez.
El miedo es una emoción que ha sido muy “castigada” porque la emoción en sí misma no es agradable, no nos gusta experimentarlo, a pesar de que en su defensa, deberíamos conocerlo mejor: el objetivo del miedo no es dañar sino todo lo contrario, es protegernos, el miedo, de hecho tiene esta función, mantenernos a salvo de cualquier potencial peligro.
Si no tuviéramos miedo pondríamos en riesgo nuestra integridad muchísimas más veces en la vida.
Vas al medico porque te preocupa enfermarte, no manejas a alta velocidad por temor a accidentarte, escuchas un ruido inusual, percibes que está temblando y el miedo hace que reacciones y busques estar a salvo, el miedo no es un enemigo es un aliado a quién reconocer, escuchar y entender, lo que lo lleva a ser problemático es cuando es demasiado intenso o frecuente y se vuelve un miedo que asusta, que paraliza, ese es el miedo que da miedo.
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Descartando un daño orgánico o una enfermedad física y/o mental como los trastornos de ansiedad o de pánico no es común que llegues a experimentar el miedo de esta forma, sin embargo, también cuando esto ocurre hay solución: un psiquiatra, un neurólogo podrían descartar o confirmar la existencia de algún padecimiento por el cual se vive en forma inusual y prescribirán el tratamiento indicado en estos casos, pero cuando no hay nada orgánico, entonces el miedo se aborda comprendiéndolo, ¿qué te está diciendo? ¿cuál es su función en determinada área? Si es necesario hay que aprender a pedirle una tregua, reconocer cómo ha ayudado, de que te ha cuidado y saber que hoy en día puedes y tienes los recursos para estar bien, incluso para enfrentarte a situaciones complejas, momentos adversos sin que este se dispare sobremanera y te lleve al pánico, a inmovilizarte y a no poder gestionarlo adecuadamente.
El miedo se enfrenta, obviamente, no todos los miedos, si una gran parte, sobre todo aquellos que impiden tu realización o que te mantienen en peligro.
Como el miedo a hablar en público, que es uno de los más frecuentes.
El miedo a no ser capaz o no tener alguna habilidad, a no ser aceptado por otros, al fracaso o más aún al éxito, a ser independiente, a estar solo, todos estos miedos pueden ser muy fuertes, pero cuando la persona elige escuchar y comprender qué hay detrás del miedo logra dejar de pelear con este y enfrentarlo amorosamente.
Digo amorosamente, porque “vencer” o reconciliarnos con el miedo es uno de los actos más valientes y amorosos que haremos hacia nosotros mismos… ¡Es sorprende cuanto nos liberamos cuando en lugar de luchar en no tener miedo, lo reconocemos y actuamos a pesar de este!
El psicoanalista Carl Gustav Jung decía que “lo que resistes persiste”, y es cierto, el miedo (alguno en particular) se termina cuando te atreves a pasar por encima de este y llegar a tu meta, si no, se presenta una y otra vez.
Claro que si el miedo rebasa sus límites es importante enfrentarlos con el acompañamiento de un especialista en salud mental que cuente con los conocimientos suficientes para cuidar y preservar tu bienestar.
En lo cotidiano, emplear la inteligencia emocional permite experimentar proporcionalmente las emociones con el evento que las detonó y gestionar adecuadamente la expresión de estas.
Algo más qué saber del miedo:
El miedo no debe (no debería) darte miedo, en lugar de esto debe invitarte al autocuidado.
El miedo sano no te rebasa, ni te paraliza, enciende tus alarmas para prevenir un peligro y mantenerte a salvo.
El miedo está en tu instinto de conservación, es tu aliado actuando como un guardián en tu mente para encender las luces e indicar el camino a tomar para protegerte.
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El miedo también se gestiona, recurriendo a pensar en el sentido de realidad: ¿Lo que está ocurriendo amerita que sienta miedo? y si es así: ¿Cómo actuar para protegerme? (No se requiere mucho tiempo para determinar esto).
Reconciliarte con el miedo es saber que cuando es necesario la parte sana de tu organismo se activa para preservar tu salud física y mental, lo importante es reconocer los límites y en la medida de lo posible no permitir que el miedo se extralimite o se vuelva crónico.
De ti depende evitar que el miedo esté por encima de tus sueños, que no te deje crecer, que te limite a amar, o que te aleje de la vida… Indispensable, recordar que los estudios acerca del miedo y de las preocupaciones dicen que: “el 80% de lo que te da miedo o te preocupa no va a suceder”, así que distingue por cual miedo vale la pena correr el riesgo, asegúrate de cuidarte… ¡y a vivir!
Feliz fin de semana.
Lorena Patchen
Psicoterapia presencial y en línea.
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