Enrique BYN

La neta del Metaverso

De entrada hasta lo escuché romántico. Creí que su segundo componente, verso, se aplicaba en sentido literal, poético; y en consecuencia, por incluir el prefijo griego meta-, metaverso equivalía a ‘junto al verso’ o ‘después del verso’. Sin embargo, para mi sorpresa, en lugar de ‘verso inmediato o posterior’, en vez de ‘poema aledaño o sucesivo’, descubrí que el neologismo de marras es calco del inglés metaverse (contracción de meta universe), lo que traducido diría ‘junto al universo’ o ‘después del universo’.

Otro universo, pues, ubicado en el ciberespacio. ¿Qué tipo de universo? ¿Paralelo y a la vez complementario del que hasta ayer había formado parte la humanidad, o sustituto? La tendencia indica que es más lo segundo que lo primero. Un universo de conectividad interactuante donde lo presencial, además de obsoleto, sería innecesario o, en el mejor de los casos, pasaría a ser decorativo. ¿Para qué estar físicamente en el mundo si se tiene la comodina asepsia de habitarlo en lo virtual? ¿Para qué sufrir apreturas, riesgos de contagio, cuerpos estorbosos, abrazos no deseados, si puede uno estar ahí como un simple código o un icono en tercera dimensión?

Ya podremos viajar ciertamente sin alejarnos del asiento o de la cama, sin mover un solo dedo del pie, sin presentar el pasaporte, sin hacer cola en ventanillas aeroportuarias, sin pasar por detectores de metales y duchas sanitizantes. Ya tendremos ante la pantalla los máximos tesoros de un museo y acariciarlos a profundidad en cualquier momento, sin vigilantes malencarados cerca de nosotros. Ya ocuparemos desde casa la primera fila o el palco de lujo de un teatro, un auditorio o una sala de conciertos, sin toses nerviosas, estornudos, sudoraciones, efluvios gástricos y siseos irrespetuosos.

El entorno, el ámbito virtual en la red internética nos dará un boleto preferente para el ingreso absoluto a todas las actividades planetarias, mucho mejor que si las ocupáramos y calentáramos en persona. Dejaremos, se nos anuncia, de ser espectadores. El facebook saltará a una nueva galaxia, la galaxia del metaverso. No se trata de un mero parangón, sino de una metáfora quizá más realista que la misma realidad. La literatura de ciencia ficción pasará a calificarse de costumbrista.

Nos queda pendiente un efecto inevitable: la salud mental. Estar presente a distancia en el planeta, como si de veras se estuviera ocupando un sitio en él, rebasa las posibilidades síquicas de asimilación del ser humano. Pero este fenómeno, según todo indica, no parece importar gran cosa a nadie. Nuestra piel globalizada terminará por inmunizar a la misión personal y, de paso, también a la comunitaria.

Si en el principio fue el verbo, el nuevo universo desplazará a la génesis del verso. La poesía virtual de lo inmediato.


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