Leyenda: La Carreta

Hace algunos años, en una noche lluviosa, Don Fermín estaba con su carreta a un lado del kiosco del pueblo en Tulancingo, trabajaba todas las noches llevando a la gente a cualquier lugar del pueblo. Esa noche estaba esperando pasajeros y un señor se le acercó.

—Buenas noches, ¿me podría llevar a tres lugares?

—Sí, patrón. El señor subió a la carreta, sólo llevaba una bolsa, recorrieron casi todo el pueblo.

—Primero me va a llevar a la casa de mi hija.

— ¡Sí señor! ¿Dónde va a ser?

—Cuesta abajo, cuando se vaya acercando le indico donde detenerse.

— ¡Sí, patrón! — ¡Aquí! Espere, en un momento salgo.

El señor se bajó de la carreta, tocó el portón de madera y la puerta se abrió, entró a la casa, tardó una media hora en salir. Cuando salió de aquella casa, volvió a subirse. La calle estaba solitaria, solo se escuchaba el cabalgar de los caballos.

Ilustración de Luis Manuel García Guillén

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—Vamos a la siguiente parada.

— ¡Sí, patrón! Llegaron a la siguiente casa.

—Aquí, es esperé un momento. El señor hizo lo mismo, se bajó de la carreta, tocó el portón, entró a la casa. Tardó media hora. Cuando salió, nuevamente subió a la carreta.

—La última parada será la casa de mi esposa, tengo que dejarle un encargo que me pidió.

—Sí, señor, usted me indica dónde es.

Cuando llegaron a la última casa, el pasajero no tocó el portón, solo lo abrió y se metió. Como se tardó mucho en salir, Don Fermín decidió preguntar por él. Se dirigió a aquel portón y una mujer abrió una de las puertas de madera.

— ¿Qué necesita?

—Buenas noches, busco a alguien, es un señor moreno, lo traje hace un par de horas, entró en esta casa y no ha salido, necesito que me pague los tres viajes que dimos.

—No, aquí no ha entrado nadie.

— ¡De veras, señora! Entró aquí, lo llevé a dos lugares antes, me dijo que primero lo llevara a la casa de su hija, después que lo llevará con su compadre, por último me dijo que lo trajera aquí, que tenía que traerle un encargo a su esposa.

— ¡Espere un momento! La señora entró a la casa, tomó un portarretratos, sacó la fotografía y volvió a salir, se la mostró a Don Fermín.

— ¿Este es el señor que trajo a esta casa?

—Sí, es el mismo.

— ¿Está seguro? ¡Es imposible! Porque mi esposo murió hace cinco años, en una noche lluviosa, él y su caballo cayeron a un barranco.

— ¡Pero, señora, yo lo llevé a esos lugares que le comenté!

— Esa última noche mi esposo había ido a la casa de mi hija, después fue a la casa de mi compadre, donde tomaron unos tragos, después de un rato mi marido se puso necio porque ya tenía que llegar a la casa para traerme algo, nunca supe qué era, se llevó el secreto a la tumba.

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Don Fermín, impactado por la historia, se regresó a la carreta, sin pensarlo dos veces ordenó a los caballos que avanzarán.

Ya estando retirado de ese lugar, vio que al lado suyo estaba una bolsa, no le dio mucha importancia.

Con el camino empedrado, el saltar de las llantas provocaron que la bolsa se abriera un poco, entonces vio que adentro algo brillaba, detuvo la carreta, cogió el bolso y sacó unos lingotes de oro.

Aquel espíritu lo recompensó por haberlo ayudado a regresar a su casa.

Fuente: «Allá en mi pueblo cuentan…»


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