En 1927, el pensamiento humano estaba marcado por los asombrosos avances de la teoría cuántica, que revolucionó la física en la quinta Conferencia Solvay, y la aparición del realismo crítico en filosofía de la ciencia, que buscaba comprender las causas de los fenómenos. La ciencia de la mente, un movimiento metafísico de Nuevo Pensamiento, también nació ese año, centrándose en las aplicaciones humanas de la ciencia.
La revolución cuántica tuvo un profundo impacto en el pensamiento humano. Las nuevas ideas sobre un universo no determinista y el papel del observador en la medición de los fenómenos físicos desafiaron la visión del mundo arraigada en la física clásica. Asimismo, la mecánica cuántica reavivó los debates filosóficos sobre el realismo y el antirrealismo, cuestionando si el mundo físico existe de forma independiente de la conciencia humana.
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De igual manera se planteaban aspectos interesantes en la psicología, y aunque el conductismo ya existía, en este periodo la figura de Burrhus Frederic Skinner ganaba importancia en la psicología americana. A través de sus rigurosos experimentos, sentó las bases del conductismo radical, una corriente que influyó en la psicología durante varias generaciones
En 1927 vio la luz “Ser y tiempo” de Martin Heidegger, obra filosófica fundamental que busca responder a la pregunta por el sentido del ser, o qué significa que algo sea. En este sentido, Heidegger se enfoca en el “Dasein”, el ser humano, al que describe como un “ser-ahí” arrojado al mundo y consciente de su propia finitud. La obra explora la existencia humana a través de conceptos como el “ser-en-el-mundo”, la angustia ante la muerte y la temporalidad, buscando revelar la verdadera experiencia humana frente al olvido del ser en la tradición filosófica occidental.
El “Dasein” que describe Heidegger está “arrojado” al mundo, lo que significa que no elige su existencia, sino que simplemente se encuentra en él. Esta existencia es temporal, marcada por el pasado y proyectada hacia el futuro. Heidegger enfatiza que el presente es crucial para entender nuestro pasado y nuestro futuro.
En este mismo sentido, y casi en correlación de temporalidad e intencionalidad ya que apareció también en 1927, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg establece que es imposible conocer simultáneamente con total precisión ciertos pares de propiedades de una partícula cuántica, como su posición y su momento lineal (masa por velocidad). Cuanto mayor sea la precisión con la que se mide la posición, menor será la precisión con la que se puede determinar su momento, y viceversa. Esto se debe a la naturaleza ondulatoria de las partículas, donde la dualidad onda-partícula impone límites inherentes a la medición, no a la imprecisión de los instrumentos.
El principio de incertidumbre implica que no es posible predecir el comportamiento futuro de una partícula con certeza total, como sí ocurre en la mecánica clásica. Esto lleva a un universo intrínsecamente probabilístico a nivel cuántico, donde se hablan de probabilidades en lugar de certezas. El principio pone un límite fundamental a nuestro conocimiento del universo. No podemos “saberlo todo” sobre una partícula, ya que la propia naturaleza nos impide medir ciertos pares de propiedades con total exactitud al mismo tiempo.
Trataré de regresar a este texto dentro de dos años, para intentar atisbar algo, datar en un apunte qué ha ocurrido en estos años. Mientras que llegamos a ese punto, la estridente música de fondo de la cotidianidad se sucede, las noticias de los diarios se diluyen y yo enfoco mis energías, para con humildad, “ser en el mundo”, estudiar, aprender, transformarme, disfrutar el camino y lo que la vida ofrece.

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