“La mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”.
Confucio
Hoy conmemoramos el 211 aniversario de la Independencia de México, y no podemos dejar de lado que este y el año pasado nos hemos enfrentado a momentos complicados; hace tan solo una semana sucedió la tragedia que afectó a gran parte de Tula, así como a otros municipios aledaños, de igual forma, en la noche del martes un sismo golpeó la costa de Acapulco, pero estos acontecimientos han ocurrido tan solo en dos semanas, y ¿no ha sido el 2020 y el 2021 una sucesión de situaciones adversas?
Y es que aún continuamos enfrentándonos a la pandemia, a las diversas variantes y al golpeo de picos de olas ocasionadas por éstas; es por ello que este día, en una fecha tan significativa, además de conmemorar nuestra independencia, también utilicemos el espacio para repensar dos conceptos importantes: resiliencia y patriotismo.
Pero, ¿cómo podemos enfrentar eventos difíciles que han cambiado el rumbo de nuestra vida? ¿Cómo deberíamos reaccionar a momentos traumáticos como la muerte, una enfermedad difícil o una catástrofe natural? Es muy fácil apuntar a que las “cosas pasan” a que nada queda estático y tarde o temprano el dolor comienza a desaparecer, pero nos hemos detenido a pensar ¿Cuál es la facultad o el conjunto de aspectos que nos ha permitido sobreponernos a las desgracias? Y es que, frente a los cambios radicales, no sólo climáticos sino sociales que han comenzado a surgir, es importante detenernos un momento a interiorizar este término que hoy parece tan común pero que ha crecido considerablemente en las últimas décadas.
La resiliencia, procede del latín resilio que significa volver a saltar, rebotar o reanimarse; generalmente ha sido utilizado para designar la capacidad de ciertos materiales para recuperarse o volver a su posición original cuando han soportado impactos que los deforman.
No se trata de que las personas se acostumbren al caos o dejen de dar importancia a las catástrofes; a lo que se quiere llegar es a evitar pasar del miedo a una crisis nerviosa, y aun cuando esto sucediera lograr sobreponerse. Tampoco se busca quitarle peso a la lápida que carga nuestra sociedad ante semejante crisis, lo que se sugiere es dar un aliciente e impulsar las cientos de acciones que han surgido; la ayuda, el amparo y el abrigo no deben dejar de llegar, no es un tema que deba cesar en un par de semanas, será un arduo trabajo en donde cada uno de nosotros deberá desde su entorno brindar asistencia a quién lo necesita.
Y aunque no lo parezca, resiliencia y patriotismo van unidos, este último término se ha transformado con el paso de los años en la representación del amor que tiene un ser humano por su país (natal o adoptivo) y que lo impulsa incluso a estar dispuesto a morir por él.
Porque aquí no se hace alusión al sentido negativo, sino a su forma fundamental, donde tiene implicaciones positivas y que la convierte en una condición esencial para la existencia del grupo, ya que da sentido a la pertenencia y cumple importantes funciones de identificación personal, así como de unidad, cohesión y movilización.
¿Y por qué es necesario retomar este esencial valor? Porque hoy nuestro país requiere de personas comprometidas, responsables e íntegras, que antepongan el bienestar social frente al personal; porque hoy más que nunca la reorganización social y nacional nos exige que reformulemos el patriotismo como un pilar central que nos permita enfocarnos en la solidaridad. Este a lado de la resiliencia nos permitirá asumir que el desarrollo y la reconstrucción del país se logran a través de esfuerzo, dedicación y trabajo.
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